La Primera Cruzada, origen de la Orden del Temple

La cruzada popular.

Formada por entre 40.000 a 100.000 personas, según las diversas fuentes, entre hombres, mujeres y niños, armados con sus herramientas, junto con pequeños nobles y soldados, respondieron a la predicación de Pedro el Ermitaño.
Al cruzar reinos como Hungría, bien por la necesidad de abastecimiento, bien por la búsqueda de botín, algunos peregrinos no dudaron en asaltar aldeas y pueblos, hasta tal punto que fue necesaria la intervención del ejército del rey húngaro, Colomán I.
Cuando llegaron a Constantinopla no atendieron la recomendación del emperador, Alejo I Comneno, de esperar allí a los cruzados. Cruzaron el Bósforo en las naves bizantinas hacia Anatolia. Ante Nicea, los turcos selyúcidas, el 21 de octubre de 1096, los emboscaron y aniquilaron en su mayoría.

La cruzada de los príncipes: nacen los Estados Latinos de Oriente.

Al mando de nobles occidentales como Godofredo de Bouillón, Raimundo de Tolosa o Bohemundo de Tarento llegó el contingente cruzado a Constantinopla. Todo un ejército bien pertrechado, lejos de los mercenarios que Alejo I esperaba recibir como ayuda. Los territorios recuperados, por juramento, lo serían en nombre del imperio de Bizancio.

Fulquerio de Chartress, las travesías de peregrinos y viajeros se veían amenazadas. Ciudades como Tiro y Ascalón estaban en poder sarraceno. Algunos caballeros de Tierra Santa decidieron proteger a estos peregrinos y eso fue el germen que originó a la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón.
Hugo de Payens y Godofredo de Saint-Omer, junto con otros siete caballeros, en 1118, según Guillermo de Tiro, tomaron votos de pobreza, castidad y obediencia ante Warmundo de Picquiñy, Patriarca de Jerusalén. Balduino II les cedió la mezquita de al-Aqsa y les otorgó algunos privilegios y beneficios.
Según los cronistas Guillermo de tiro, Miguel el Sirio y Gualterio Map, la Orden fue primero monástica, inculcando a los caballeros el rey el hecho de servir en la caballería. Su ejército se componía de caballeros, sargentos, escuderos y caballeros vasallos con sus propias mesnadas.
El hecho de que el amanuense del Concilio de Troyes, Jean Michel, fechó un escrito, según la datación francesa (comienzo del año en 25 de marzo), en 1129; o que se mencionase en las Reglas a Esteban de Chartress como Patriarca de Jerusalén, cuyo precursor, Warmundo de Picquiñy, falleció en julio de 1128; todo ello conduce a pensar, según Hiestand, que la Orden se fundó en 1120 en la reunión de Nablus.

El Concilio de Troyes.

Al principio los miembros de la Orden no iban uniformados y lucían pobres vestimentas. Ello pudo llevar a los caballeros de Tierra Santa a ser reacios a prestar sus servicios en la Orden. De hecho el sello Templario muestra a dos caballeros sobre un mismo caballo.
Hugo de Payens, junto con otros caballeros, fueron enviados por Balduino II a Occidente para que presentaran ante los componentes del Concilio de Troyes (entre ellos el legado papal, Mateo D’Albano) las características de la nueva Orden y el modo de vida Templario, según la regla de San Agustín. Se pretendía favorecer nuevas incorporaciones.
Tras debatir cada una de las cláusulas, éstas se establecieron en las setenta y dos de que se compuso la regla, en la que se vio la mano del benedictino Bernardo de Claraval, fiel valedor de la Orden Templaria. Como ejemplo, sus caballeros fundadores cedieron a la Orden sus posesiones en Occidente.

Una orden monástica militarizada.

Con la ayuda solicitada por Hugo de Payens y otros caballeros, la Orden creció económica y militarmente de forma exponencial. Fue necesario mantener miembros de la Orden residentes en Occidente.
La extraña idea de unos monjes que sirvieran tanto a la cruz como a las armas se vio amortiguada por el texto De laude novae militiae, de Bernardo de Claraval, y por tres bulas papales denominadas Omne datum optimum(de Inocencio II -1139), Milites Templi (de Celestino II -1144) y Militia Dei (de Eugenio III -1145).
Estos textos presentaban a los Templarios como los soldados de Cristo; les concedían una serie de privilegios, tales como recaudar tributos, apoderarse del botín obtenido, responder tan sólo ante el Papa, tener sus propias casas, iglesias y fortalezas, enterrar a sus muertos en sus propios cementerios o la obligación de los fieles de contribuir con ellos.
Antioquía, Nicea o Éfeso, entre otras, fueron liberadas. Jerusalén fue tomada el 15 de julio de 1099 y su población, ya fueran musulmanes, judíos o cristianos del Este, fue masacrada (decapitaciones, miembros cercenados, sinagogas quemadas con judíos dentro,…). Según los cruzados: fue necesario.
Se constituyeron, con sus propios señoríos y territorios vasallos anexos, el Principado de Antioquía, los condados de Edesa y de Trípoli y el Reino de Jerusalén, al frente del cual, como gobernador y “Defensor del Santo Sepulcro”, se nombró a Godofredo de Bouillón.

Inicios de la Orden del Temple.

Todas estas circunstancias llevaron a la Orden a poseer un elevado número de propiedades y riqueza que con el paso del tiempo les permitió, no sólo mantener hasta el final su presencia en Tierra Santa, sino financiar proyectos y rescates de algunas coronas. Ello fue, en definitiva, el origen de su perdición casi doscientos años después de su creación.
Autor: Francisco Jesús Calvo Falce para revistadehistoria.es.
Bibliografía.
BARAHONA, P., Los Templarios: una historia muy presente, Madrid, Editorial Libsa, 2002. BARBER, M., Templarios: la nueva caballería, Barcelona, Ediciones Martínez Roca, 2001.
BARCELÓ, E., Los Templarios, Madrid, Edimat Libros SA, 2002.
DEMURGER, A., Auge y caída de los Templarios, Barcelona, Editorial Planeta DeAgostini, 2005.
– Las cruzadas: una historia de la guerra medieval, Barcelona, Ediciones Paidos Ibérica SA, 2008.
Regla Primitiva de la Orden del Temple. Disponible en: