La religión egipcia

La religión egipcia sabemos que está formada por una mitología amplia y compleja, algo que demuestra el avance de los egipcios como civilización. También conocemos que sus orígenes se remontan a la Prehistoria y que cuentan con mil quinientas deidades.
El elevado número de estas deidades es debido a que necesitan explicar y controlar la debilidad humana representada en forma de desastres de la naturaleza, enfermedades, y todo tipo de desgracias.
Esas deidades también son una representación de una dimensión del cosmos, del cual, dependen los hombres. Y, por supuesto, también se encargaban de dar una explicación a la creación del mundo, habiendo, para ello, diferentes versiones.
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La religión egipcia.

Estas deidades eran bastante vulnerables. Pueden morir y resucitar. Es más, los egipcios tenían lugares específicos que eran considerados tumbas de dioses. Pero esto no es tan extraño como parece, ya que en su mentalidad, la vida surge de la muerte y de la muerte surge la vida. No obstante, esto no durará siempre: llegaría un momento en que todo el cosmos, incluyendo por supuesto a los dioses, desaparecería sin renacer.
Los dioses podían adquirir diversas formas: pueden ser humanos, animales o ambas cosas al mismo tiempo y, por lo tanto, tener diferentes representaciones. Pero lo importante de estos dioses no es tanto su forma, como su función.
Las funciones y características era lo que realmente diferenciaba a cada dios. Pero estas, también cambiaban con el tiempo. Incluso podían tener diferentes identidades y, por lo tanto, cumplir funciones distintas. Al poder adquirir distintas formas y funciones, podían obtener diferentes nombres.
Además de ello, pueden comer y trabajar como los humanos. Y hablando de los humanos ¿qué relación podían tener estas deidades con ellos? Pues de todo tipo: había dioses crueles, los había bondadosos y los había que eran ambas cosas al mismo tiempo. En cualquier caso, da igual el tipo de actitud que tuvieran ante los humanos: a ningún dios le gustaba estar con ellos. Por lo tanto, para poder interactuar con ellos, los egipcios debían ir al templo. En él era donde se mantenía al caos alejado, reinaba el orden y se les podía prestar un culto adecuado a los dioses. Dentro de este culto, los egipcios pensaban que se debía cuidar a los dioses para que conservaran el mundo. Para ello, tenían estatuas en representación de esos dioses, a las cuales se las cuidaba como si estuvieran vivas.
Y ¿dónde se hallaba la residencia de los dioses? Pues en los sueños: sólo durmiendo se podía acceder a los dioses de Egipto.
En cuanto al faraón, dada su representación de un tamaño mayor a sus súbditos en el arte egipcio, y de que creían que era hijo del dios Ra y la encarnación de Horus, podemos llegar a la conclusión de que se trataría no sólo de una figura política, sino también divina. Aunque no podemos llegar a precisar hasta qué punto, ya que en las fuentes, unos faraones se declaran más divinos que otros. No obstante, esto nos demuestra la importancia tanto política, como religiosa del faraón.
Para finalizar, hay que decir que a pesar de que sabemos bastante de la religión egipcia, todavía nos queda mucho por descubrir sobre este apasionante mundo antiguo. Al fin y al cabo, es una religión que aunque aparentemente olvidada, ha tenido una importante repercusión en religiones posteriores.
Autora: Jennifer Azañedo Méndez para revistadehistoria.es
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Bibliografía:
– Richard H. WILKINSON: Todos los dioses del Antiguo Egipto, Oberon Grupo Anaya S.A, Madrid 2003