El secreto «más oscuro» de Winston Churchill: la Tercera Guerra Mundial que planeó contra Stalin

Obsesionado con la amenaza soviética, el primer ministro barajó una invasión liderada por Estados Unidos y apoyada por el Ejército alemán derrotado que esperaba hacer retroceder el telón de acero que estaba cayendo sobre Europa

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Neville Chamberlaim, primer ministro británico y defensor de una política de apaciguamiento, sobrevivió pocos meses al estallido de la Segunda Guerra Mundial. En una decisión arriesgada, el veterano Winston Churchill, con amplia experiencia militar pero con un controvertido paso por el Ministerio de Hacienda, fue nombrado primer ministro durante el «instante más oscuro» en la historia de las Islas Británicas. Con su carisma y fortaleza moral, Churchill inspiró la resistencia británica, en especial cuando el Reino Unido se quedó solo en la guerra contra la Alemania nazi. No obstante, en cuanto finalizó la guerra su partido, el Conservador, perdió las elecciones y dejó paso a una hornada de políticos de paz. O, al menos, a unos menos dispuestos a meterse en una Tercera Guerra Mundial.
Incluso antes de que terminara la guerra, Churchill vislumbró que la URSS del sanguinario Iósif Stalin, en ese momento alineada con las potencias aliadas, era una amenaza a la seguridad mundial tan grande como Hitler. Sería él quien acuñara la frase «el telón de acero» a principios de la Guerra Fría para definir a los países que habían quedado atrapados en la esfera soviética. Sin embargo, el primer ministro no se quedó en la teoría. Coincidiendo con los últimos coletazos de la guerra, Churchill ordenó al mariscal Bernard Law Montgomery que hiciera acopio de armas tomadas a los alemanes por si era necesario usarlas contra los soviéticos.

La «Operación impensable» sobre la mesa

El historiador Jonathan Walker explica en «Operación "Impensable". 1945» (Crítica, 2015) que mientras Churchill celebraba públicamente la caída de Berlín, vivía «una agonía privada» por el continuo avance hacia Europa occidental del Ejército Rojo. Las victorias soviéticas le escandalizaban, en tanto la contienda iba a dejar a su país en el centro del fuego. Como comentó en la Conferencia de Yalta en febrero de 1945: «Por un lado el gran oso ruso, por otro el gran elefante americano, y entre ellos el pobre burro británico». En un intento por prevenirse del avance del oso cuando EE.UU. abandonara Europa, Churchill tanteó la posibilidad de que su ejército atacara a las tropas soviéticas y recuperara el terreno perdido en Europa.
Fotografía de Winston Churchill
Fotografía de Winston Churchill
Churchill advertía que el tiempo jugaba en su contra. En cuanto terminara la guerra las fuerzas anglo-estadounidensese desmovilizarían en masa, mientras que los soviéticos, pertenecientes a un estado totalitario, podían seguir militarizados. De ahí su insistencia a los mandos de EE.UU. para que abandonaran su actitud pasiva frente a la amenaza comunista, cuando no directamente complaciente. El 12 de mayo de 1945, escribió en un telegrama al presidente Truman, sucesor de Roosevelt:
«[...] Siempre he mantener una amistad con Rusia, pero, al igual que usted, siento una profunda ansiedad por su errónea interpretación de las decisiones de Yalta, su actitud hacia Polonia, su abrumadora influencia en los Balcanes, a excepción de Greci, las dificultades que causan con Viena, la combinación de poder ruso y los territorios bajo su control u ocupados, sumados a la técnica comunista en tantos otros países, y, por encima de todo, su poder para mantener ejércitos muy numerosos sobre el terreno durante mucho tiempo. ¿Cuál será la posición en un año o dos, cuando los ejércitos británico y estadounidense se hayan fusionado y el francés todavía no se haya formado a gran escala, cuando tal vez tengamos un puñado de divisiones, en su mayoría francesas, y cuando Rusia quizá decida mantener 200 o 300 en servicio activo?»
Pero, ¿estaban justificados los temores de Churchill? Bajo la perspectiva de Stalin, la Unión Soviética se merecía los botines de guerra tras los enormes sacrificios de su pueblo, que incluían la muerte de 8,5 millones de soldados y 17 millones de civiles, así como la pérdida del 30% de su riqueza natural. Lejos de la política apaciguadora de EE.UU, que creía poder manejar al dictador ruso, Stalin tenía poco interés en continuar asociado a Occidente más allá de la contienda y, si las potencias aliadas no se plegaban a sus peticiones, aceptaba lo inevitable de una guerra con sus antiguos socios, de los que se fiaba lo justo. Precisamente, el líder soviético comentó sobre Churchill a Zhukov: «Ese hombre es capaz de cualquier cosa».

La madre de todas las batallas de tanques

El plan propuesto por el gabinete de Churchill recibió el nombre de «Operación Impensable», fechado apenas dos semanas después de la rendición del Reich. La operación principal era una invasión en dirección a Polonia liderada por Estados Unidos y apoyada por el Ejército alemán derrotado. La primera ofensiva abriría un frente desde Hamburgo, en el norte, hasta Trieste en el sur, valiéndose de 64 divisiones americanas, 35 divisiones británicas, 4 divisiones polacas y 10 divisiones alemanas, así como 6.714 aviones de combate y 2.464 bombarderos.
Los ideólogos del plan calculaban que contra la fuerza Occidental los soviéticos podrían reunir 264 divisiones, incluyendo 36 blindadas, y 9.380 aviones de combate y 3.380 bombarderos. Moscú había demostrado durante toda la guerra que el inagotable número de soldados era su punto fuerte, aunque precisamente su punto débil es que carecía de armamentos y equipamiento para tantos efectivos. La cantidad contra la calidad.
La otra debilidad soviética era su dependencia de Occidente en combustible para aviación y otros materiales estratégicos como el cobre o las aleaciones de hierro. A ello habría que añadir la virtual carencia de bombarderos estratégicos y las constantes purgas en los mandos de la Fuerza Aérea Roja.
Fotografía de Iósif Stalin
Fotografía de Iósif Stalin
Con todo, en el caso más que probable de que el ataque inicial, que debía desembocar en una gigantesca batalla de tanques al este de la línea Oder-Neisse, no resultara decisivo; los mandos británicos aseguraron a Churchill que el siguiente escenario sería una guerra total, con una invasión de URSS al estilo de Napoleón y del propio Hitler.
Una campaña militar «larga y costosa» que Churchill estimó inabordable, aparte de que exigía primero convencer a EE.UU. del peligro que suponía Stalin para la seguridad mundial. Ellos debían llevar el peso de las operaciones y mantener dos guerras simultáneas.
El Jefe del Estado Mayor del Ejército, uno de los que trabajó en el borrador de la operación, concluyó el 9 de junio de 1945 que «está más allá de nuestro poder un éxito rápido, pero limitado... Estas posibilidades, por otra parte, se convertirían en fantasiosas si en los estadounidenses creciera el cansancio y la indiferencia, y comenzaran a ser atraídos por el imán de la guerra del Pacífico».

Los peligros de una guerra total

La «Operación Impensable», que pudo haber significado el inicio de la Tercera Guerra Mundial, fue abandonada y durante muchos años se ocultó cuidadosamente todo lo que se refería a ella. El plan se desestimó por poco práctico y por la escasez de medios. El propio Churchill anotaría en el margen del documento confidencial que un ataque a las tropas de Stalin era «sumamente improbable». En cambio, el primer ministro centró los últimos meses de la guerra a mejorar las defensas del Reino Unido, especulando sobre las modalidades de una invasión soviética que, por ejemplo, obligaría a controlar un frente costero en Francia y Países Bajos para evitar el despliegue de cohetes teledirigidos.
El miedo a que los soviéticos usaran V-2 nazis desde Francia asustaba a Churchill
El miedo a que los soviéticos usaran V-2 nazis desde Francia asustaba a Churchill
En el ambiente sobrevolaba el temor a que los rusos respondieran a cualquier agresión con un bombardeo a las Islas británicas a una escala mayor que los ataques alemanes. «Los rusos son propensos a hacer pleno uso de las nuevas armas, como los cohetes y los aviones sin piloto…», aseguró el primer ministro imaginando que los rusos emplaran los cohetes nazis V-2 de forma masiva.
La derrota de Churchill en las elecciones en julio de 1945, coincidiendo con el giro radical hacia el Pacífico de Estados Unidos, anularon definitivamente las posibilidades de aplicar el plan «Impensable»
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