RENACER CULTIRAL

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Solo la cultura salva los pueblos.

miércoles, 31 de enero de 2018

Los romanos, los primeros turistas de la historia.

Hace unos días tuve la enorme fortuna de viajar hasta el Valle de Aosta en Italia. He de reconocer que buscaba el contacto con la naturaleza, y los fantásticos lugares que ofrece para mi pasión por el senderismo. Pero una curiosidad llamo mi atención, ¿que hacían tanto restos romanos en este valle? Tras lo cual y tirando del hilo apareció la Villa Consolata y por ende esta historia de romanos.
Si buscamos el origen de muchas de nuestras costumbres actuales, sabemos ciertamente que debemos acudir a nuestro pasado romano. En cuanto al tema que nos atañe sobre el turismo, sino fueron los primeros viajeros por placer, al menos son los que más pistas nos has dejado sobre ello. Si anteriormente los fenicios atravesaron el mediterráneo es pos del comercio, o los griegos para fundar colonias para el abastecimiento de sus metrópolis. Nuestros protagonistas romanos, tras conquistar su gran imperio a parte de los anteriores menesteres, se decidieron a conocerlo con el simple afán de nuevas experiencias, descansar, o culturizarse, como veremos a continuación.

¿Cómo viajaban?

La respuesta es obvia, las calzadas romanas. Los romanos tejieron una red de comunicaciones sin precedentes, esto no quiere decir que fueran pioneros. Pero a ellos les debemos gran parte de las infraestructuras actuales, ya que siguen en muchos casos los originales trazados de aquellas calzadas romanas. Baste como ejemplo la curiosa imagen que nos dejo el estudiante norteamericano Sasha Trubetskoy.
Mapa de Sasha Trubetskoy en la web Geografia Infinita
Estas calzadas construidas por las legiones romanas, después de servir para conquistar tan vasto territorio, y ser vehículo de la romanización de todo el mediterráneo. Se convirtieron en el camino de comerciantes, hombres de negocios, o dirigentes romanos, como los propios emperadores. Pero también vieron pasar por ellas a los turistas romanos.
Calzada romana en Siria.
Como sabemos las calzadas estaban preparadas para estos viajes, además de las medidas constructivas como los numerosos puentes e incluso túneles. Una serie de edificios hacían los viajes más cómodos a los turistas romanos, ya que las calzadas romanas tenían sus propios hoteles de carretera actuales, denominados Mansio. Además de estas,  también existían las Cauponas, pequeñas pensiones en este caso para los bolsillos menos pudientes.
Por último destacar las Mutationes, edificios construidos por las autoridades competentes del mantenimiento de las calzadas romanas. Se puede decir que eran los talleres de los carruajes y en especial el lugar de descanso de los caballos, los cuales eran a veces cambiados por otros en estos establecimientos.

El Mediterráneo como vehículo de los turistas romanos.

A falta de los aviones actuales, el mediterráneo se convirtió en la via rápida para viajar a largas distancias. Aunque estos viajes no estaban exentos de un cierto riesgo, por lo que se debían tomar ciertas precauciones.
En un primer lugar debemos hablar de los diferentes tipos de barcos que surcaban el mediterráneo romano. Aunque a groso modo los podemos dividir en dos tipos, la armada romana, basada en la gran flota griega, y por lo tanto con los consabidos barcos a remo. Desde los celebre trirremes, ósea filas de tres remos en cada costado, pasando por los más pequeños birremes y llegando a los hexarremes, enormes barcos que podían llevar hasta 120 toneladas con sus seis filas de remeros por cada lado.
Mosaico romano localizado en Ostia, con el típico barco de carga.
Por otro lado los denominados barcos de carga. Propulsados normalmente con velas y controlados mediante dos grandes remos, uno a cada costado, y manejados por un solo hombre. En este punto denotar que por doquier han quedado muestras de las ánforas que viajaron arriba y abajo por todo el mediterráneo, para transporte de aceite, vino, garum o trigo, por nombrar solo algunos ejemplos.  Ha quedado constancia que eran barcos más pequeños, con una media de veinte metros de largo por tres de ancho. Además estos debieron ser los que principalmente usaron los primeros turistas.

Los seguros de viaje.

Volviendo al tema de las precauciones existe constancia por un lado de los seguros comerciales para el transporte de mercancías, aunque no esta tan claro el de pasajeros. Para poderse acoger a ellos, se debía tener en cuenta el periodo de navegación. En primer lugar el periodo denominado “mar abierto”, en este caso del 27 de mayo al 14 de septiembre. Ampliable por delante al 10 de marzo y por detrás al 11 de noviembre, con ciertas restricciones. Por último desde ese 11 de noviembre y hasta el 10 de marzo del año siguiente existía el denominado “mar cerrado”, donde nadie se hacía responsable de los que se aventuraran al mar.
Todo el imperio se lleno de puertos marítimos, algunos tan destacados como Cartago Nova, Alejandría o Bríndisi. Pero el más importante para los romanos lo localizamos a 30 kilómetros de la capital, en concreto en la ciudad romana de Ostia. Desde este lugar se calcula que se llegaba a Gades, actual Cádiz en una semana, a Cartago Nova en cuatro días como máximo, y a Alejandría, como veremos un destino turístico, en menos de dos semanas.

Diferentes destinos y formas de turismo.

Es evidente que los destinos pudieron ser muchos y variados, pero podemos centrarnos en los siguientes, y además basarnos en actuales formas de turismo.

Turismo de larga distancia y exótico.

Uno de los lugares preferidos para los viajes romanos fue los territorios de la antigua cultura egipcia. No en vano debemos pensar que en tiempos del Imperio Romano, algunas pirámides llevaba allí más de 2.000 años. El exotismo de la Alejandría helenística, de las navegaciones por el Nilo o adentrarse el Sahara era un reclamo muy llamativo para los más adinerados patricios romanos.
Mosaico del Nilo en Palestrina
Ha quedado constancia de estos viajes en múltiples mosaicos romanos. De todos ellos podemos nombrar el Mosaico del Nilo de Palestrina. Esta última, localidad situada a unos 45 kilómetros de Roma. Dicho mosaico nos releva, en cerca de 24 m2, múltiples imágenes del Nilo desde su nacimiento en la antigua Nubia, hasta su llegada al mediterráneo. A parte de los paisajes, muestra la fascinación de los romanos por los animales exóticos que pronto inundarán los mercados del mundo romano o incluso los fosos de sus anfiteatros.
Otro lugar que denota la fascinación por el mundo egipcio es la tumba de un magistrado del siglo I aC. de nombre Cayo Cestio Epulión. Evidentemente estamos hablando de una pirámide de 30 metros de base y 36 de altura, que hoy día podemos observar incrustada en la muralla construida por el emperador Aureliano en el siglo III dC. Es preciso recordar en este punto, que la conquista de Roma del reino heredado por los Ptolomeos, se produjo en el año 31 aC.
Actual imagen de la pirámide Celsia en Roma.

Turismo de Segunda Residencia.

En este caso se evidencia, como en el anterior,  que fue por parte de la élite romana, en este caso los Patricios. Su hogar habitual estaba en las grandes ciudades del Imperio, pero se evidencia un claro resurgimiento de las denominadas villas romanas, con más ímpetu a partir de la llegada del Imperio Romano. Estas estaban situadas en el campo, y a parte de llenarlas de esclavos para el trabajo de las tierras, sirvieron como refugio de descanso y asueto para los romanos más pudientes.
Yacimiento de la Villa de los misterios, con el Vesubio de fondo.
Dos ejemplos claros, en primer lugar las villas romanas de Campania. Sin duda, una segunda residencia cerca del mar mediterráneo, algo muy habitual por aquel entonces entre los Patricios romanos y hoy día por un amplio sector de la población. El mejor ejemplo es la villa romana de los Misterios, situada a escaso 800 metros de Pompeya. Por otro lado destacar la espectacular terraza que sirve como portada a este articulo, y que corresponde a una villa romana de Cimbrone, situada el la localidad de Ravello, muy cerca de Salerno.
En segundo lugar y siguiendo con la comparativa, la segunda residencia en la montaña. He de confesar, como ya me he referido, que el lugar mostrado para constatar que los romanos viajaban a su segunda residencia en la montaña, fue el sitio que al conocer su existencia surgió la idea de este artículo. Me estoy refiriendo a la Villa romana de Consolata situada en las afueras de la ciudad romana de Augusta Praetoria, hoy en día la capital del Valle de Aosta, sin duda uno de los más bellos lugares de los Alpes. A buen seguro fue la residencia de un Patricio, que aparte de sacar partido de los numerosos esclavos que tenía, pasaba los días de verano rodeado de una magnífica naturaleza.
Ruinas del anfiteatro romano de Aosta.

Turismo cultural.

Dónde podían ir los romanos para instruirse, de no ser a la Antigua Grecia.  Si de alguna antigua cultura, o casi coetánea como en este caso, aprendieron en Roma fue de los griegos, desde su forma de construir hasta su compleja filosofía.
El lugar preferido para ello eran las bibliotecas, y para muestra un par de botones. En este caso ambas construidas tras la ocupación de Roma de los territorios de la otrora cultura Griega. Además por los romanos residentes en ella, y que supusieron una punta de lanza para los estudios helenísticos.
En primer lugar podemos nombrar la Biblioteca de Celso en Éfeso, actual Turquía. En este caso acabada en el año 135 dC por el gobernador de Asia, Celso, desde el año 115dC. y que pudo contener más de 12.000 ejemplares.
Fachada de la Biblioteca de Efeso.
Tras ella nos hacemos eco de la Biblioteca de las cien Columnas del emperador Adriano. Esta fue construida en el año 132 dC. por orden del emperador al norte del Ágora de Atenas. Sin duda un verdadero centro de intercambio cultural en su más de 10.000 m2, donde aparte de contener numerosas obras, había salas dedicadas a la lectura o a la enseñanza.
Maqueta de la Biblioteca de Adriano.
En este punto me atrevo con una licencia comparativa, ya que estas bibliotecas bien pudieron recibir a estudiantes de todo el Imperio.  Como hoy día las Universidades europeas, reciben los estudiantes que se acogen al programa Erasmus, una forma de compaginar los estudios con el conocimiento de otras culturas, ¿qué mejor forma de viajar?
Mas info: García Sánchez, Jorge. Viajes por el antiguo Imperio romano. Ediciones Nowtilus, 2016
Imágenes: commons.wikimedia
http://caminandoporlahistoria.com/historia-de-romanos/

RODRIGO BORJA - Alejandro VI



          Rodrigo de Borja (Roderic de Borja) Nació en Xátiva el 1 de enero de 1431, era hijo de Jofré de Borja Escrivá y de Isabel de Borja, hermana de Alfonso de Borja (Calixto III), por lo tanto era sobrino del Papa Calixto III. Fue bautizado en la iglesia de San Pedro de Xátiva.  En 1437 al morir su padre, su madre decide trasladarse con sus hijos a Valencia, donde su hermano Alfonso era obispo, residen en el Palacio Episcopal. En 1444 Alfonso de Borja fija su residencia en Roma, y al ser nombrado cardenal,  llama a sus sobrinos Rodrigo y Pedro Luis para que completen sus estudios.

          Gracias a su tío van recibiendo una serie de nombramientos, Rodrigo obtuvo en 1447 una canonjía de la Catedral de Valencia y en 1449 había sido nombrado sacristán de la Catedral.  El 30 de Octubre de 1451, ya en Roma, es ordenado sacerdote por su tío, siendo nombrado en 1455, cardenal y además cardenal diácono de San Nicola in Carcera en 1456, cardenal diácono de Santa María en Vía Lata en 1458, obispo de Valencia, entre 1458 y 1492 y vicecanciller en 1458, nombrado por su tío el Papa Calixto III.

          Después de la muerte de Calixto III se sucedieron en el trono de Pedro cuatro Papas, Pío II, Paulo II, Sixto IV e Inocencio VIII, todos ellos mantuvieron a Rodrigo en el cargo de vicecanciller, lo que nos permite afirmar que su permanencia en tan largo periodo de tiempo es producto de su propia valía. En 1463 durante el papado de Pío II, es nombrado cardenal protodiácono, máximo cargo que un cardenal puede ostentar en la Santa Sede. En 1466 durante el papado de Paulo II es nombrado obispo de Urgell y co-príncipe de Andorra, en 1484 es el decano del Colegio cardenalicio. En 1492 durante el papado de Inocencio VIII la diócesis de Valencia es elevada al rango de metropolitana pasando Rodrigo a ser Arzobispo de la diócesis.

          A la muerte del papa Inocencio VIII es elegido Sumo Pontífice el 11 de agosto de 1492 y se proclama Papa de la Iglesia Católica con el nombre de Alejandro VI. Será el segundo Papa valenciano de la historia y para más "inri" ambos de la misma familia. Rodrigo de Borja fue uno de los hombres más ricos de Roma. Construyó en la ciudad su propio Palacio y fue en parte responsable de la recuperación artística y material de la Ciudad Eterna. Durante su mandato tanto de cardenal como de Papa, llevó una política administrativa muy eficaz e incluso austera. Intervino en los asuntos de política de los distintos Estados italianos de la época, su máxima aspiración era la creación de un Estado fuerte bajo la supremacía de la Santa Sede. También metió sus manos en los asuntos del reino de Nápoles que lo llevaron en ocasiones a enfrentarse con el rey de Francia y en otras a considerarlo como amigo.

          El Papa Alejandro VI es tal vez el más conocido de la historia por la leyenda negra que le ha acompañado. En un aspecto político, toda su política está dirigida a ampliar el poder de la Santa Sede a costa de sus vecinos, política acompañada por los matrimonios de sus propios hijos y una continúa intervención en los asuntos internos de otros estados. En su época era uno los hombres más poderosos del mundo occidental y por lo tanto uno de los que más enemigos tuvo, dentro y fuera del Vaticano. Además siempre fue considerado extranjero tanto por sus poderosos vecinos e incluso por los propios romanos.

          Alejandro VI fue uno de los grandes valedores de los Reyes Católicos, estos habían contraído matrimonio ilegal (eran primos segundos) en 1469 con una bula falsa, por lo que el papa Paulo II los excomulgó. El cardenal Borja consiguió que este levantara la excomunión en 1472 y expidiera una bula esta vez verdadera. El 18 de junio de 1472, el cardenal Rodrigo de Borja llegó a Valencia donde fue recibido con todos los honores, entró por la Puerta de Serranos y desde allí se dirigió a la Catedral, permaneciendo un largo periodo de tiempo en Castilla en asuntos relacionados con Isabel y Fernando. Junto a Rodrigo de Borja le acompañan Paolo San Leocadio y Francisco Pagano que bajo el mecenazgo del cardenal que además era obispo de Valencia pintaran sus famosos ángeles músicos para la Capilla Mayor de la Catedral. Con ellos se considera que el arte renacentista de influencia italiana hace su entrada en España.

          En 1493 expidió las bulas alejandrinas concediendo a España las tierras de América descubiertas y el patronazgo de la Corona sobre ellas. En 1494 se firma entre España y Portugal el Tratado de Tordesillas por el cual se establecen los límites territoriales de las tierras descubiertas y su área de influencia. En 1496 el papa Alejandro VI ratificaba mediante una bula, el titulo concedido a Isabel y Fernando por parte del papa Inocencio VIII por el cual los reyes españoles tenían la facultad de ostentar el titulo de Reyes Católicos, título que hasta la actualidad siguen ostentando los reyes españoles aunque el mismo no sea utilizado.

          Sin duda fue más un príncipe del Renacimiento que un hombre de Iglesia. Su política le llevó a tener muchos enemigos como consecuencia de lo cual fue objeto de una leyenda negra. Alejandro VI tuvo varios hijos y numerosas amantes, de una de ellas, posiblemente Julia Farnese hermana del futuro Papa Paulo III, Julia y Rodrigo fueron amantes pero más se sabe. Pedro Luis de Borja, posiblemente su hijo favorito, Pere LLuis, casó con María Enríquez de Luna, sobrina de los Reyes Católicos, compró a Fernando el Católico el ducado de Gandía que llegaría a ser uno de los más importantes del Reino de Valencia, además adquirió los terrenos donde hoy día se levanta el Palacio de las Cortes Valencianas, en la actual plaza de San Lorenzo, pretendiendo que fuera el símbolo del poder de la familia Borja, cosa que no consiguió. Pedro Luis, Primer duque de Gandía falleció en Roma en 1488.  Una mujer importante en la vida de Alejandro VI fue Vanozza Cattanei su amante oficial, con la que tuvo cuatro hijos, es con la que más tiempo pasó, de esta mujer hubieron tres hijos, el más conocido sea tal vez Joan de Borja, que heredó el ducado de Gandía a la muerte de su hermanastro Pere Lluis de Borja, murió asesinado apareciendo cadáver en el río Tíber. Todas las miradas se centraron como instigador del asesinato en su hermano Cesar Borgia.

          Sin duda el hijo más famoso del Papa Alejandro VI fue Cesar Borgia (Aut Caesar aut nihil: O Cesar o nada). Cesar era la mano derecha de su padre en lo militar y en política exterior. No se sabe si Alejandro VI tuvo conocimiento del asesinato de su hijo Joan por parte de Cesar, pero tampoco hizo nada por acallar los rumores. Nada más voy a decir de Cesar Borgia pues pienso dedicarle un capítulo. El tercer vástago Alejandro VI destacable es Lucrecia Borgia, cuyo nombre nos hace recordar toda la leyenda negra que rodea al Papa y a su familia. Tampoco en este caso voy a decir nada más sobre Lucrecia Borgia, dedicándole un capítulo aparte


          A lo largo de su vida, Alejandro VI engendró un total de diez descendientes entre hijos e hijas: Pedro Luis, nacido en 1462 del que ya hemos hablado; Girolama, nacida en 1469 de madre desconocida; Isabel, nacida en 1470 de madre desconocida. César de sus relaciones con Vanozza de Catanei; Juan, nacido en 1476 también de Vanozza, que llegó a ser segundo duque de Gandía; la famosa Lucrecia, nacida en 1480 de Vanozza, duquesa de Ferrara; Jofré, nacido en 1482 de Vanozza, príncipe de Squillace. Laura, nacida en 1492 de Giulia Farnese. Giovanni, nacido en 1498 de madre desconocida; duque de Nepi y Camerino. Rodrigo, nacido en 1503 de madre desconocida, quien llegó a ser abad de Cicciano di Nola.

          Uno de los episodios en los que destaca el talante del papa Alejandro VI, es lo ocurrido con Girolamo Savonarola, monje dominico florentino que, llevado por una exaltación enfermiza, criticaba un día sí y otro también la política depravada de la Iglesia Católica y Alejandro VI en particular. Cansado de estos ataques. el Papa excomulgó a Savonarola en 1497 sin que este hiciera caso alguno. ¡Pues sí! debió decir Alejandro VI a la vista de los hechos, y ni corto ni perezoso invadió Florencia y detuvo a Savonarola, que sería ejecutado en 1498 en la hoguera por no retractarse de sus ideas.

          Durante su papado Miguel Ángel Buanorroti esculpiría la famosa Piedad que podemos ver en la Basílica de San Pedro del Vaticano. Rodrigo de Borja no dudó en usar de todos los medios para su propio beneficio, fue un gran amante de las artes, construyó grandes palacios en Roma, algunos de ellos evidentemente para engrandecimiento propio, pero siempre con los ojos puestos en la belleza como buen príncipe del Renacimiento. Reconstruyó el Castillo de Sant Ángelo y la Basílica de Santa María La Mayor cuya techumbre de madera está llena de escudos con las armas de Rodrigo, el famoso buey o toro símbolo borgiano por excelencia. En la corte de Alejandro VI se hablaba habitualmente el italiano, pero el Papa y sus hijos y todos sus allegados hablaban y se comunicaban por escrito entre sí en valenciano, la única excepción fue Lucrecia Borja que al haber sido educada en el Palacio Orsini fuera de la Corte Papal no lo hablaba.

          A Alejandro VI le cabe el honor de haber expedido el 23 de enero de 1501, la bula "Inter ceteras felicitates" por la cual se creaba el "Estudi General" en Valencia, o lo que es lo mismo la Universidad Valenciana que sigue gozando de buena salud. Al año siguiente el rey Fernando el Católico confirmará mediante un privilegio la fundación del "Estudi General" valentino.

          Puede resultar extraño que hombres de iglesia y además Papas, tuvieran un comportamiento tan poco ejemplarizante, en el contexto de la época, el que un hombre de iglesia tuviera amantes e hijos no era nada extraño, en el caso de Alejandro VI tal vez pecara por exceso pero hubiera sido perdonable si no hubiera dado lugar al nacimiento,  años después, de la reforma protestante que encabezaría Martín Lutero clamando por una reforma de la iglesia, Savonarola fue el preludio de lo que se avecinaba para la Iglesia Católica. Así pues, como hombre mundano representa al típico príncipe renacentista, pero como hombre de iglesia dejó mucho que desear, ya que antepuso sus propios intereses a las necesidades de la Iglesia. Tal vez toda su política iba a encaminada al engrandecimiento de su linaje, tanto particular como del resto de su familia lo que le llevó al igual que su tío unos años antes al nepotismo más absoluto.
          La muerte del Papa se produjo en extrañas circunstancias no aclaradas. La más extendida es que fue envenenado, pero nos acercaremos más a la realidad si decimos que murió de muerte natural, tal vez de malaria o de alguna enfermedad de tipo infeccioso de las que eran habituales en la Roma de la época. Se da la circunstancia que el calor del verano no aconsejaba tener al muerto mucho tiempo sin enterrar, la enfermedad y la gordura del difunto llevó a una rápida descomposición del cuerpo, que según crónicas de la época emitía un fuerte olor nauseabundo, por lo que fue enterrado deprisa y corriendo. Rodrigo de Borja falleció en Roma el 18 de agosto de 1503 (72 años). Sus restos reposan en la Iglesia de Santa María de Montserrat de los Españoles en Roma junto con los de su tío Calixto III.
http://cosasdehistoriayarte.blogspot.com.ar/search/label/LOS%20BORJA
CÉSAR BORJA
          Nacido en Roma el 13 de septiembre de 1475, era hijo de Rodrigo de Borja y Rosa Vanozza de Catanei,   desde su infancia, su educación estuvo dirigida hacia la carrera eclesiástica, así estudió en el Colegio de la Sapienza
en Perugia, siendo llevado más tarde a la Universidad de Pisa, donde estudió leyes bajo la tutela de Felipo Decio. Al cumplir los 14 años, la presión ejercida por su padre, Rodrigo Boja, ante el Papa Inocencio VIII, dieron lugar a su nombramiento en 1491, como obispo de Pamplona y el año siguiente, una vez que su padre había sido elevado a la silla de San Pedro, arzobispo de Valencia y cardenal de la Iglesia Romana. Todo parecía augurarle un gran futuro en el mundo religioso, pero hubo un cambio radical de actitud en César merced a su amistad con el rey de Nápoles, Alfonso II.  Todo comenzó a girar en 1494, con ocasión de la guerra promovida por el monarca francés Carlos VIII y la coalición napolitano-pontificia de Alfonso II y Alejandro VI. El ejército francés sitió Roma en diciembre de 1494, por lo que Alejandro VI, incumplida la alianza por parte de Alfonso II, se vió en la necesidad de negociar una paz con Carlos VIII, César fue entregado a los franceses como rehén, pero éste nada más cruzar la frontera, disfrazado de palafrenero, se fugó. Su regreso a Roma fue triunfal, pasando así de los altares a los campos de batalla. 
            Las ciudades italianas habían sufrido un duro golpe con la invasión francesa, los Sforza milaneses apenas pudieron ofrecer resistencia, mientras que los Médici florentinos, fueron expulsados de la ciudad y despojados de sus bienes por Carlos VIII. Ante tan tamaño descalabro, solamente Alejandro VI, con la ayuda de César y de Juan de Borja, duque de Gandía, capitán general de las tropas pontificias y gonfalonieri de la Iglesia Romana, pudo salvar el envite de los franceses, manteniendo intacto su prestigio y poderío.
  
          El 16 de junio de 1497, apareció el cadáver de Juan de Borja, cosido a puñaladas,  flotando en el Tiber, todas las miradas y todos los chismorreos se alzaron para acusar del asesinato a su hermano César, que había estado cenando con él la noche anterior. Alejandro VI ordenó una investigación, no dando ningún resultado salvo, dar comienzo a la primera de las leyendas negras de César Borja. Pero los acontecimientos parecían dar la razón a quienes sospechaban de él, pues los títulos de Juan Borja, capitán general de las tropas pontificias y gonfalonieri de la Iglesia Romana pasaron a César, salvo el ducado de Gandía, que fue administrado por la esposa de Juan, María Enríquez de Luna, hasta la mayoría de edad de su hijo Juan de Borja, padre de San Francisco de Borja. César con su ejército pretendía hacerse con el control de la Romaña, contaba con la ayuda de los antiguos enemigos de su padre, los franceses; Luis XII, sucesor de su padre Carlos VIII, había repudiado a su primera mujer Juana de Francia, para contraer matrimonio con Ana de Bretaña, César fue el encargado de llevar a Paris las bula autorizando el divorcio, pero no iba a ser gratis, César impresionó al joven monarca, que le concedió el titulo de duque de Valentinois. Al año siguiente las alianzas entre el rey galo y el duque de Valentinois se convirtieron en un mutuo acuerdo para repartirse el norte de Italia, César Borja casó con Carlota de Albret, hermana del rey de Navarra, Juan de Albret, emparentada con la casa real de Francia.
            En enero de 1500, tras una primera campaña bajo las órdenes de Alejandro VI, hizo su entrada triunfal en Roma el 26 de febrero de 1500 y se separó de los intereses de su padre para realizar sus planes sobre la Romaña: entre marzo y octubre de 1500, las tropas del duque de Valentinois sometieron amplias zonas del norte de Italia: Ímola, Forlí y Cesena; Rímini; Faenza; y, finalmente, Pésaro, donde efectuó una entrada triunfal,  el 27 de octubre de 1500, tras derrotar en batalla a Giovanni Sforza. Al año siguiente, derrotó en el campo de batalla a las tropas de Gunibaldo, duque de Urbino, y a las de Giulio Varano, señor de Camerino, por lo que unió estos territorios a su extenso patrimonio. Aún,  antes de que finalizase 1501, estableció la paz en Nápoles a instancias de Alejandro VI, entrando en la ciudad y arrasándola en una demostración de poderío. Tras una nueva entrada triunfal en Roma, Alejandro VI, a medio camino entre la admiración y el temor por el poder militar de su hijo, sancionó de facto su gobierno en el norte de Italia al nombrarle duque de Romaña, con lo que César cumplió uno de sus anhelados objetivos políticos.
            A su indudable capacidad militar, y a  su valentía personal, César Borja unió una astucia sin escrúpulos y una enorme capacidad para aprovecharse de las debilidades de sus enemigos. Así, cuando los oficiales toscanos del ejército de los Médici florentinos iniciaron, a comienzos de 1502, un motín; el duque de Valentinois acudió rápidamente a la Toscana para ofrecerles lo que quisieran a cambio de que peleasen para él. La inusual quinta columna, financiada por César Borja, se hizo con el control de Florencia y volvió a expulsar a los Médici de sus estados, rápidamente incorporados al patrimonio del duque. No obstante, los Médici, conocedores de las apetencias de Luis XII sobre el territorio, decidieron ponerse en manos del monarca francés para que, a cambio de la ayuda para recuperar Florencia, le rindiesen vasallaje. Con mucho menos carácter que su padre, Luis XII cayó en la trampa y envió a Florencia un ejército que venció a César, restableciendo la situación. Pero el duque de Valentinois no se iba a conformar fácilmente, y en un golpe de audacia, se dirigió hacia Asti, donde se hallaba el rey galo, pidiéndole excusas por el comportamiento de sus tropas, pretextando su desconocimiento sobre el interés franco en este territorio y, con un cinismo enervante, culpó a los capitanes de su ejército de la toma de Florencia sin sus órdenes. Las loas, alabanzas, regalos y lisonjas de César lograron que Luis XII retirase el ejército de la Toscana, con lo que se abrió de nuevo el campo para los intereses del duque.
            Parece como si después de la entrevista de Asti, todo cambiara, pues, a su regreso
a Italia, parte de su tropa se había sublevado y se habían hecho con el control de Ímola. Era evidente que los Médici se hallaban detrás, querían pagar al duque de Valentinois con la misma moneda. César no se arredró ante la situación: fingió negociar con los Médici a la par que arrinconaba a los insurrectos en las cercanías de Senigaglia, y sobornó a algunos soldados rebeldes para que divulgasen la falsa noticia de que había firmado un acuerdo con los florentinos, así, el 31 de diciembre de 1502 tuvo lugar lo que la historiografía italiana ha denominado il bellisimo inganno de Senigaglia, César Borja se presentó ante los capitanes rebeldes para, después de la paz con Florencia, firmar idéntico pacto con ellos; a los pocos minutos, sus tropas leales y los sobornados se hicieron con el control de la situación, y desarmaron a los insurrectos. Todos los que le habían traicionado, mayoritariamente miembros de la familia Orsini, rival romana de los Borja, fueron ejecutados, entre ellos los valerosos caballeros Oliverotto de Fermo, Paolo Ursino y Vitellozzo Vitelli. 
            El resto de tropas insurrectas, dispersas por la Toscana, que no habían acudido a Senigaglia, regresaron a la obediencia del duque, y le ayudaron a recuperar Montefeltro, Urbino y Camerino. Espoleado, a comienzos de 1503 comenzó otra ofensiva sobre los territorios del sur de la Romaña, que aún eran autónomos, se hizo con el gobierno de Siena, derrotando a los Petrucci, y de Perugia, donde había residido de adolescente, expulsando a los Baglione. Sin embargo, en esta última campaña las cosas habían cambiado: antes el pueblo le recibía con júbilo, pero la falta de escrúpulos demostrada en Asti y Senigaglia, así como el saqueo constante por parte de sus ejércitos, hizo que el número de sus detractores aumentase. El caballero Francisco de Gonzaga le retó a un duelo singular, "queriendo librar con la espada y la daga a Italia del temido y odiado enemigo".
            El referido duelo fue la demostración de que,  su suerte había declinado. En agosto de 1503 regresó a Roma, pues la salud de su padre, Alejandro VI, se resintió, anunciando la posibilidad de unas elecciones pontificias; César, quería asegurarse de que el nuevo ocupante de la silla de San Pedro fuera favorable a sus intereses. Sin embargo, durante la celebración de un convite en el Palacio vaticano, varios de los asistentes cayeron enfermos, entre ellos Alejandro VI y el duque de Valentinois. De nuevo, la sombra del envenenamiento planeó sobre la cabeza de César, su padre fallecería a los pocos días y el duque, visiblemente mermado de fuerzas, fue confinado, por sus enemigos, so pretexto de curarle la enfermedad, al Castillo de Sant'Angelo, que tuvieron las manos libres para elegir como nuevo pontífice a Francesco Todeschini-Piccolomini, Pio III, miembro de una familia opuesta a los Borja. Pero Pío III falleció el 18 de octubre de 1503, ¿un nuevo envenenamiento?, el nuevo papa, Giuliano della Rovere, elevado al solio con el nombre de Julio II, era enemigo personal de César, ya que siempre había criticado el uso de los ejércitos pontificios para sus intereses personales. El duque de Valentinois, no pudo evitar la elección, ni que el recién nombrado pontífice emitiese una orden de prisión contra él, hasta que no devolviese todo su patrimonio a sus legítimos dueños.
            La orden de prisión le llegó a César cuando, libre de la enfermedad, abandonó el castillo de Sant'Angelo, y se negó a acatarla, para lo que hizo valer la obediencia de sus súbditos y gobernadores en la Romaña, las discusiones entre ambos personajes fueron subiendo de tono hasta que, César Borja fingió aceptar las condiciones de Julio II y se trasladó a Nápoles, para intentar aliarse con algunos nobles partenopeos y formar un nuevo ejército. La trama fue descubierta por el virrey aragonés de Sicilia, Hugo de Cardona, quien puso a Fernando el Católico en conocimiento de la situación, así como al propio papa. Entre ambos aliados determinaron poner al duque en manos del monarca aragonés, por lo que fue trasladado a Valencia y hecho prisionero por Fernando a principios de 1504, primero en el castillo de Chinchilla y, posteriormente, en la inexpugnable fortaleza de la Mota, en Medina del Campo. No obstante, el indómito carácter de César Borja le llevó a quebrar los muros de su prisión, y escapó el 25 de octubre de 1506, disfrazado de campesino. Corrió a refugiarse en territorio navarro, donde reinaba su cuñado, que le ofreció el puesto de capitán general del ejército del reino, función que desempeñó cuando acabaron los días del duque de Valentinois, herido mortalmente en uno de los asedios de Viana, enmarcado dentro de los intentos de Fernando el Católico por hacerse con el control efectivo del reino hispano. 

            Los juicios emitidos sobre César Borja, han sido contradictorios y basados, generalmente, en intereses personales, creando así la leyenda negra del propio personaje y de toda su familia. El propio Francesco Guicciardini, historiador al servicio de los Médici y contemporáneo suyo, lo señaló como el asesino de su hermano, y también como el causante de la muerte por envenenamiento de su padre. César no inventó el veneno como arma política, éste ya gozaba de fama durante el quatrocento italiano de los Médici, Sforza, Malatesta y demás familias.
            En lo que parecen estar de acuerdo todos los historiadores modernos es en denostar el resto de leyendas creadas en derredor del duque: sus relaciones sexuales incestuosas con Lucrecia, su participación en todas las muertes violentas del período, y su gusto por los rituales demoníacos contrarios a la fe. La historiografía italiana de los s. XVII y XVIII, ofuscada por el enorme poder que una familia de origen valenciano había tenido en uno de los períodos más brillantes de su historia, intentó destruirla, sin tener en cuenta que la misma política,  fue utilizada por los Médici florentinos o, incluso, por el propio Julio II. A lo largo del siglo XX, esta imagen perniciosa de los Borja ha sido matizada, labor en la que también ha tenido una destacada participación la historiografía italiana.
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LUCRECIA BORJA




            Nacida en Subiaco el 18 de abril de 1480 era hija de Rodrigo Borja, Papa Alejandro VI y la viuda Vanozza dei Catanei. Transcurrió su niñez en el palacio del Vaticano, estando su educación a cargo de Adriana de Milá, que también estaba a cargo de la de Julia Farnesio, que con sus quince años ya era la concubina de Rodrigo Borja, que ya contaba cincuenta y ocho; las dos convivieron estrechamente, siendo Lucrecia testigo de las relaciones de Julia con su padre. 

            En 1492 gracias a su fortuna, Rodrigo Borja obtuvo el solio pontificio, sucediendo a Inocencio VIII, con el nombre de Alejandro VI. Un año más tarde a raíz de la invasión de Italia por Francia, tuvo Alejandro VI la necesidad de estrechar de alguna manera las relaciones con el ducado de Milán, y que mejor forma que casando a Lucrecia, que contaba trece años, con Giovanni Sforza, señor de Pésaro y sobrino de Ludovico el Moro, a la sazón duque de Milán, se cuenta que tras los esponsales se celebró un gran banquete que acabó en una orgía, al final de la juerga, el propio Alejandro VI se presentó en la cámara nupcial para asistir al desnudamiento de su hija. Cuatro años después Giovanni dejó de interesar a los objetivos políticos de su suegro y tuvo que huir, advertido por Lucrecia. El Papa declaró la nulidad del matrimonio, alegando impotencia de Sforza, pues al parecer el matrimonio no se había consumado. De nuevo Lucrecia era libre para casarse.

            El Papa necesitaba un acercamiento a Nápoles y de nuevo Lucrecia servirá para hacer realidad sus intereses políticos; seis meses después de la anulación de su anterior matrimonio, Lucrecia contrajo matrimonio con Alfonso de Aragón, duque de Bisceglia, este era hijo natural del rey de Nápoles Alfonso II el Bizco y de una concubina de este, Trussia Cazullo, tras un primer aborto, Lucrecia trajo al mundo a un niño al que llamaron Rodrigo. La familia de Alfonso fue expulsada del trono de Nápoles y el Vaticano fue aproximándose a los españoles, con lo que Alfonso pasó a ser persona no bien vista. En julio de 1500, cuando Alfonso sale de ver un espectáculo, es apuñalado por cuatro enmascarados, trasladado al Vaticano, salvó la vida, pero no bien se hubo recuperado, fue estrangulado en su propia cama, según dicen por el propio César Borja.

            Lucrecia, profundamente afligida, sufrió un aborto y se retiró al castillo de Nepi,
César celoso por la predilección de Lucrecia por su hermano Juan, duque de Gandía, ordenó el asesinato de éste. En 1498 dió a luz un hijo, al que llamó Juan. Alejandro VI publicó dos bulas papeles, en una de ellas reconoció a este niño como propio y en otra posterior declaró que era hijo de César, el pueblo le puso el sobrenombre del "Infante Romano".  

            Apenas un año después el Vaticano la había concertado un nuevo matrimonio esta vez con Alfonso, duque de Ferrara, lo que permitía al Papa iniciar su pretensión de unidad italiana. El matrimonio se celebró en diciembre de 1501, estableciéndose en el ducado de Ferrara. En 1505, a la muerte de Ercole d'Este, Hércules de Este, padre de Alfonso, éste heredó la corona ducal; Lucrecia embarazada se trasladó a Módena y luego a Reggio, donde dio a luz un niño al que bautizó como Alejandro, en honor a su padre, muerto en 1503. El niño murió y Lucrecia emprendió el regreso a Ferrara, deteniéndose una temporada en Mantua, invitada por Francisco de Gonzaga, que estaba casado con su cuñada, Isabel de Este, e iniciándose posiblemente un romance entre ambos. En 1508 dió a luz al heredero de la casa de Este, retirándose de nuevo a Reggio.

            Lucrecia se fue debilitando a causa de los continuos partos, precisamente a causa de la fiebre puerperal, tras el parto de su última hija falleció el 24 de junio de 1519.
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Zeugma, la ciudad romana sumergida de los mil mosaicos.
A finales del siglo XX, el gobierno de Turquía aprobó uno de los proyectos hidráulicos más importantes del mundo. En concreto la construcción de 22 presas entre los ríos Tigris y Éufrates, con la intención convertir el desértico sur del país en una nueva zona de regadíos.
Este proyecto que en definitiva sirvió para la mejora de la agricultura y la ganadería en estas regiones, no tuvo en cuenta su rico pasado histórico. Así fue como una de las zonas del mundo con más yacimientos arqueológicos, que abarcan desde la prehistoria a culturas como los hititas, los asirios, los persas, los griegos o los romanos, vio como cientos de estos yacimientos se sepultaron bajo las aguas de las presas del siglo XX. Todo ello sin contar con los miles de desplazados que provocó.
Vista de las excavaciones en la colina de Zeugma, con la presa Birecik al fondo.
Para conocer Zeugma debemos ir a la provincia de Gaziantep, concretamente a la localidad de Belkis que dista a unos 20 kilómetros de la frontera con Siria. Allí conoceremos lo que queda del yacimiento romano de la ciudad de Zeugma tras las inundaciones, de finales del siglo XX. A pesar de lo cual,  pasa por ser uno de los lugares que mejor han conservado los mosaicos romanos, y que han dado como resultado, el mayor museo del mundo de este tipo de pavimentación romana.

Breve historia de Zeugma.

La ciudad a orillas del Éufrates fue fundada alrededor del año 300 aC. por uno de los generales del defenestrado Alejandro Magno. En concreto Seleuco I, fundador del Imperio Seléucida. El lugar elegido no fué casualidad, ya que desde ese lugar se controlaba uno de los principales pasos del río Éufrates.
Pero su verdadero esplendor llegará a partir de la conquista romana. Esta se produjo en el año 64 aC. por  medio de Pompeyo, que la renombrará como Zeugma. En los años siguientes se convertirá en una de las ciudades más importantes de Anatolia. Con motivo de las guerras contra los partos, llegaron a la ciudad la Legión IV escítica, que se asentó en misma con el fin servir de punto de lanza para la conquista del Imperio Parto.
Una de las primeras consecuencias fue la construcción de un puente para traspasar el Éufrates, ya que anteriormente se hacía mediante barcazas. Esto reportó a la ciudad un puesto determinante en la Ruta de la Seda entre China y Antioquía, este último uno de los principales puertos del mediterráneo en dicha época. Todo ello llevó a la ciudad a ricos comerciantes y hombres de negocios, que competían con gobernadores y militares, por ver quién tenía las mejores villas, con las más estupendas piscinas, y los mosaicos más impresionantes.
En su época de mayor esplendor pudo llegar a tener cerca de 80.000 habitantes. Esto fue antes de caer en manos del Imperio Sasánida, de Sapor I,  en el año 256 dC. Pese a ser habitada siglos después por el Imperio Bizantino nunca llegó a recuperar dicho esplendor. Así que finalmente, en la Alta Edad Media y con la llegada de los árabes, se sumergirá en el mayor de los olvidos.

El descubrimiento del siglo XX.

Aproximadamente en los años 60 se descubre el tesoro de Zeugma, pero la falta de medidas por parte del gobierno turco lleva al yacimiento al continuado expolio. Como dicen en la actualidad los responsables de este yacimiento; posiblemente muchos de los mosaicos que adornan  los museos de medio mundo, con la inscripción “mediterraneo oriental”  sean de Zeugma.
Las excavaciones controladas empiezan a finales de los años 80 y desde entonces las campañas fueron continuadas, mostrando al mundo los más bellos mosaicos. Pero la noticia de que la presa Birecik inundaría el yacimiento desencadenó grandes protestas de los arqueólogos presentes.
Excavaciones del año 2014
En 1995 desembarcaron en el proyecto los arqueólogos franceses Pierre Leriche y Catherine Abadie-Reynal, para enseñar al mundo la joya romana que iba a ser anegada bajo las aguas. Los años siguientes fue una carrera contrarreloj, varios arqueólogos de todo el mundo se sumaron al proyecto de salvar cuantos más objetos y mosaicos fueran posibles.
Finalmente en el verano del año 2000, y con varias campañas en marcha, el agua cubrió gran parte de Zeugma. Concretamente quedó inundada toda la zona llana de la ciudad, que por cierto ocupaba la antigua ciudad griega que se perdió casi toda, además de más del 30% de toda la zona de la colina.
A pesar de todo, las excavaciones han seguido dando alegrías los siguientes años, concretamente una campaña iniciada en el año 2007 dió como resultado la extracción en el año 2014 del espectacular mosaico de las nueve musas de la mitología griega.

El museo de mosaicos más grande del mundo.

El museo de los Mosaicos de Zeugma
No todo va a ser desmanes por parte de las autoridades turcas. El 9 de septiembre de 2011 se llevo a cabo la inauguración del Museo  de los Mosaicos de Zeugma. En una parcela de 40.000 m2 de los cuales 7.000 perteneces al área expositiva. Dichas dimensiones lo convierten en el mayor del mundo de su categoría. Su entrada cuesta poco más de 3€. Por otro lado su horario en verano es de 9-19 horas y en invierno de 9-17 horas, todos los días del año.
En él se exhibe todos los restos hallados en las campañas arqueológicas de Zeugma, destacan las exposiciones de fuentes romanas, frescos, esculturas, estelas y una estatua de bronce del dios Marte. Pero lo que lo hace único son los más de 2000 m2 de mosaicos, evidentemente de todo tipo. Por último me gustaría mostraros una peqeuña selección personal.
Dos imágenes que recorrieron el mundo a finales del siglo XX. En la parte superior la imagen de la niña afgana que el fotógrafo de National Geographic tomó en un campo de refugiados de Pakistán en 1984. Mientras en la parte inferior, la chica gitana, título que pusieron al mosaico más famoso de cuantos se salvaron de en las primeras campañas de Zeugma. Dos imágenes cargadas de simbolismo y con un parecido espectacular.
El triunfo de Dionisio, conocido en el mundo romano como Baco, el Dios de la agricultura y el teatro.
El Rapto de Europa, una de las escenas más célebres de la mitología griega. El dios Zeus convertido en toro secuestra a la princesa Europa.
El mosaico de Poseidón, armado con su tridente y rodeado de peces y animales mitológicos, mitad caballo, mitad serpiente.
Como se puede comprobar, es una pequeña de muestra de lo que se puede ver en el Museo de los Mosaicos de Zeugma. Pero que sirve para hacerse una idea del enorme tesoro arqueológico, que las aguas del rio Éufrates han sepultado.
Mas info: bbc  zeugmamosaicmuseum 
Imágenes: commons.wikimedia
http://caminandoporlahistoria.com/zeugma/