Juana Enríquez, madre del Rey Católico


Juana Enríquez, madre del Rey Católico.

En 1444, cuando tenía 19 años de edad, contrae matrimonio con uno de los infantes de Aragón, Juan de Navarra (futuro rey Juan II de Aragón), enlace estratégico organizado por su padre, que se enfrentó de manera permanente con la política del privado de Juan II de Castilla, Álvaro de Luna, y que necesitaba aliarse con la otra rama de la casa de Trastámara que reinaba en Aragón con fuerte influencia y posesiones en Castilla.
Los Enríquez y los infantes de Aragón proceden de la misma familia ya que el abuelo del padre de Juana Enríquez (Fadrique, maestre de Santiago) y el bisabuelo de los infantes (Enrique II el de las Mercedes), hijos ilegítimos de Alfonso XI el Justiciero, eran hermanos. Es decir, tenían el mismo tatarabuelo (Alfonso XI de Castilla). La diferencia estribaba en que la familia Enríquez no reinaba en Castilla porque la línea sucesoria del reino castellano pertenecía a los descendientes del hermano del bisabuelo de Juana, Enrique II, el fundador de la dinastía Trastámara.
Los vástagos de Fadrique, maestre de Santiago, eran simplemente parientes de la familia real, aunque poseían importantes propiedades y títulos nobiliarios tales como el almirantazgo de Castilla. Ante los conflictos entre los infantes de Aragón y Castilla, sobre todo por Álvaro de Luna, el privado de Juan II de Castilla, la familia Enríquez se posicionó al lado de los infantes y en contra del valido, que manejaba a su manera la gobernación de Castilla en nombre de Juan II. Muchos nobles estaban descontentos con la política de Álvaro, pero nadie podía intervenir debido a la poderosa influencia que ejercía el privado sobre el rey.
La boda no se celebró hasta julio de 1447 porque era necesario cumplir una serie de condiciones impuestas por el padre de la novia, entre ellas, que Juana Enríquez tenía que permanecer al lado de su padre hasta 1448 ya que había sido objeto de garantía para el acuerdo matrimonial entre las dos familias. Por fin comienza la vida conyugal entre Juan de Navarra, de 50 años, y su joven esposa, de 23. Juana era una mujer joven, atractiva y sensual que llamaba mucho la atención de los hombres y Juan de Navarra se enamoró de ella enseguida.
La entrada de Juana Enríquez en la vida de Juan de Navarra repercutió negativamente en los hijos del anterior matrimonio con la reina Blanca de Navarra e incluso hizo cambiar el rumbo del futuro de la Corona de Aragón. Juan II de Aragón era ya un viejo lobo muy hábil en política y un guerrero, pero con la ayuda de su esposa, joven y muy activa como reina consorte que le servía a modo de «secretaria de dirección», animó mucho la política y gobernación de la Corona en aquella época de crisis y conflictos territoriales constantes. Juana se convirtió en el mejor privado de Juan II y su ayuda fue imprescindible, sobre todo en el terreno catalán.
Según algunos historiadores, Juana, la madrastra del príncipe Carlos de Viana, Leonor y Blanca, atendía bien a sus hijastros y convivió con ellos en Navarra, donde fue lugarteniente de su marido hasta que dio a luz a su propio hijo Fernando (más tarde, Fernando el Católico) en 1452. Ella siempre medió para suavizar las tensiones existentes entre su marido, Juan II de Aragón, y su hijo Carlos. La situación en Navarra era de guerra civil entre los partidarios del príncipe Carlos de Viana y los de su padre, por lo que debió salir de Navarra ante el peligro de ser atacada por los rebeldes cuando estaba a punto de nacer su primer hijo.
En el camino de huida hacia el reino de Aragón, sintiendo próximo el parto, se hospeda en un pueblo cercano a la frontera navarra llamado Sos, sin la compañía de su marido, que estaba ocupado con los problemas con Castilla. Sin embargo, otros historiadores opinan que Juana era la que intentaba acabar con los hijos del anterior matrimonio de su marido tratando de convencer a Juan II de que su hijo Fernando era la mejor solución para la sucesión de la Corona. Siendo lugarteniente del principado de Cataluña, luchó para defender los intereses de Aragón enfrentándose con los rebeldes catalanes, los remensas, que organizaron un ejército para atacarla a ella y a su hijo Fernando.
Se vio obligada a huir de Barcelona a Gerona para refugiarse en una fortaleza donde fue asediada durante bastante tiempo. La causa del enfado de los catalanes era que atruibuían la muerte de Carlos de Viana a Juana, considerándola culpable de haberle envenenado. Los catalanes querían a Carlos de Viana como sucesor del reino y su desaparición fue fatal para sus pretensiones. Todo el mundo sabía que tanto Juan II de Aragón como la reina Juana Enríquez eran castellanos de pura cepa y no defendían los intereses catalanes. Corrió riesgo de muerte junto con su hijo Fernando, pero su marido Juan II hizo las gestiones oportunas a través del rey de Francia y salva la situación el conde Gastón de Foix, yerno de Juan II (estaba casado con su hija Leonor).
Las tropas francesas del conde consiguen romper el asedio y rescatar a Juana y a Fernando. No existe documento ni prueba alguna para sospechar que Juana fuera la persona que ordenó el envenenamiento del príncipe Carlos, sino rumores que se dieron por ciertos durante mucho tiempo entre los catalanes que odiaban a los reyes de Aragón Juan II y Juana Enríquez. En todo caso, Juan II sí que pudo ser la persona interesada en eliminar a su hijo Carlos de Viana por su conflicto en la sucesión del reino de Navarra. No se sabe con exactitud lo que sucedió realmente con la muerte de Carlos. Juana dedicó todo su tiempo a cuidar de su marido y de su hijo hasta su muerte, acaecida en 1468, un año antes de la boda histórica de su hijo Fernando con la princesa de Castilla Isabel, los futuros Reyes Católicos.
La boda fue realmente planeada por Juan II de Aragón, pero la idea partió de Juana, que quiso casar a su hijo con Isabel. Por parte de Enrique IV de Castilla se había propuesto el matrimonio de Isabel con el príncipe Carlos de Viana, en contra de los intereses de Aragón. Por ello, el planteamiento de Juana de casar a su hijo con Isabel de Castilla fue su sueño, aunque no pudo verlo materializado ya que la boda no se celebró hasta 1469 tras una gran incertidumbre. Juan II hizo todo lo posible para llevar adelante el enlace, deseoso de cumplir el sueño de su difunta esposa, a pesar de las dificultades que le presentaba Castilla.
Una vez fallecida Juana Enríquez, tanto su marido como su hijo se sintieron muy dolidos y tristes, ya que ella había sido una pieza muy valiosa y necesaria que había llenado el espacio de ambos, no solamente en el terreno de la vida familiar, sino en el funcionamiento diario del reino de Aragón. El rey tenía 71 años de edad cuando falleció Juana y todavía seguiría reinando diez años más.
Existen pocas crónicas sobre Juana como reina de Aragón si se compara con los documentos existentes sobre otras reinas españolas.
Sabemos que fue una trabajadora muy dura, eficaz ayudante y colaboradora indispensable de Juan II de Aragón, quien fue también toda su vida un gran luchador y un trabajador en defensa de su reino.
Autor: Yutaka Suzuki para revistadehistoria.es.
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