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lunes, 9 de octubre de 2017

Observadores de la época vaticinaron el carácter despótico de Trujillo

Observadores de la época vaticinaron el carácter despótico de Trujillo

Augurios sobre el sátrapa figuran en libro de Manuel García Arévalo y Francis Pou de García


La conversión del general Rafael Leónidas Trujillo en despiadado dictador fue profetizada cuando este se desempeñaba como jefe del Ejército Nacional, posición que le sirvió para enquistarse en la Presidencia con la colaboración de Rafael Estrella Ureña y de algunos sectores nacionales y extranjeros.
En el libro titulado “La caída de Horacio Vásquez y la irrupción de Trujillo en los informes diplomáticos españoles de 1930”, del historiador Manuel García Arévalo y Francis Pou de García, se aportan percepciones sobre los augurios y temores que producían las actuaciones represivas y desmedidas del llamado después perínclito de San Cristóbal.
La obra enfoca los últimos días del régimen horacista, el impacto de la gran depresión en el país, el corto gobierno de Estrella Ureña, la asunción a la Presidencia por parte de Trujillo, la catástrofe causada por el ciclón de San Zenón, los fundamentos de la dictadura, la condecoración de Trujillo y Estrella Ureña y la partida de Francisco Javier Meruéndano, el encargado de negocios y cónsul de España en Santo Domingo, que escribió para su gobierno valiosos informes, bases para la escritura del libro.
Además, el volumen contiene una presentación de Mu-Kien Adriana Sang Ben, presidenta de la Academia Dominicana de la Historia, quien expresa su regocijo por la publicación basada en los despachos de Meruéndano, quien describe con precisión el panorama social, político y económico de “aquel crucial año de 1930”.
El prologuista Eduardo González Calleja resalta que el testimonio del cónsul y la aportación científica de los dos autores, “que han abordado la tarea de recopilar e interpretar sus reflexiones resultarán a partir de ahora referencias insoslayables para quien quiera profundizar en los orígenes sociales, económicos, políticos y diplomáticos de la dictadura trujillista”.
Predicciones sobre Trujillo
A juicio de los autores el cónsul Meruéndano, que ocupó tal función desde mediados de 1929 hasta finales de 1930, sin proponérselo, “hizo las veces de un verdadero cronista del acontecer nacional”. Fue un “atento observador y analista informado”, quien “supo describir de manera fidedigna y con notable concisión la grave crisis política, moral y económica que asoló al país al inicio de los años treinta”. Como espectador directo de los hechos que narra, sus informes no tienen desperdicio”.
Meruéndano critica con desagrado “la perfidia y la traición como armas de combate”, empleadas por Trujillo contra su valedor, el presidente Horacio Vásquez, y alude la represión acometida por el jefe del Ejército contra quienes se oponían para que alcanzara el poder, incluyendo la eliminación física de caudillos regionales.
Arévalo García y Pou de García expresan que, en esos momentos, Meruéndano miraba con recelo a Trujillo” y, consciente de su ambición, su deslealtad y su codicia, lo creía capaz de desatar sin mayores escrúpulos una abierta persecución en contra de fuerzas opositoras (pág. 140).
Acerca del gobierno de Vásquez, los autores escribieron que la corrupción administrativa y los afanes reeleccionistas habían menoscabado su popularidad.
“El descontento se agravó por las adversas condiciones económicas, consecuencia de la crisis bursátil de finales de 1929, que repercutió desfavorablemente en el país deprimiendo los precios de los productos agrícolas y disminuyendo considerablemente los ingresos del campesinado, que entonces constituía el grueso de la población”, sostienen.
Respecto al levantamiento del 23 de febrero de 1930 contra el gobierno de Vásquez, que Meruéndano había vaticinado, los autores indicaron que fuerzas opositoras tomaron por asalto la fortaleza San Luis, de Santiago de los Caballeros.
De acuerdo a la obra, publicada recientemente, a la postre Meruéndano informó a sus superiores que un grupo armado asaltó la fortaleza de Santiago, “desarmó a la guardia, que no hizo resistencia, y proclamó como jefe de la revolución al señor Rafael Estrella Ureña”, quien en un manifiesto exhortó al pueblo a expresarse mediante una acción rápida y enérgica, para detener el desquiciamiento de la República y salvar del naufragio económico la hacienda nacional.
“Al no encontrar ninguna resistencia, el triunfo de los sublevados fue inevitable, máxime cuando el jefe del Ejército (Trujillo), en vez de encarar la insurrección, no hizo otra cosa que alentarla con el acuartelamiento de las tropas. Incluso la Policía Municipal, al mando del general Wenceslao Figuereo, se concentró dentro del recinto de la Fortaleza Ozama, dejando indefensa la ciudad”, dice el reporte del diplomático (pág.75).
Enfatizan los autores que los sublevados se desplazaban en un ambiente de euforia, mientras el Gobierno manifestaba una nula voluntad de resistencia.
“El Ejército, aunque formado por efectivos profesionales, se doblegó a las instrucciones de Trujillo y se mantuvo en expectante pasividad, sin proponerse defender la plaza ni imponer el orden ante la exaltada horda que ocupó la capital. Mientras los rebeldes vivaqueaban en el parque Independencia y el Baluarte del Conde, disparando constantemente al aire y vociferando por los altavoces consignas para amedrentar a la población”, Indican (pág.76).
Semblanza de Horacio Vásquez
Los autores resaltan que Meruéndano legó a la posteridad una semblanza del presidente Horacio Vásquez, sobre quien escribió... “fue siempre un enemigo impecable del continuismo en el poder. Él tomó parte activa en el asesinato del presidente negro Ulises Hereaux, en 1899, hecho sangriento ocurrido en Moca... Desgraciadamente el Sr. Vásquez, que es un hombre de gran energía, pero de escasa cultura y nula preparación, no supo rodearse de elementos que hubieran podido aconsejarle en consonancia con las necesidades del país”.
El diplomático amplía su punto de vista sobre el gobernante: “Dos graves errores pueden serle y le son imputados. El primero el entregar los puestos más delicados a gentes ambiciosas y atentas tan sólo a su medro personal lo cual trajo como consecuencia una inmoralidad administrativa sin precedentes, aun en este país tan poco escrupuloso en estas materias y el segundo el poner al frente del Ejército Nacional al General Trujillo, acusado por todo el mundo de toda clases de iniquidades y de una deslealtad puesta bien de manifiesto en los últimos sucesos” (pp 85-86).
Observadores de la época vaticinaron el carácter despótico de Trujillo

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