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miércoles, 30 de agosto de 2017

Jefferson F. Davis, el belicoso presidente del bando Confederado contrario a la Secesión

Jefferson F. Davis, el belicoso presidente del bando Confederado contrario a la Secesión
El veterano militar fue el artífice de levantar un ejército desde cero, que él mismo equipo con su dinero y con los pocos ingresos que pudo obtener durante todo el conflicto
Fotografía de Jefferson Davis en 1859
CÉSAR CERVERA C_Cervera_M - Actualizado: Guardado en: Historiahttp://www.abc.es/historia/abci-jefferson-davis-belicoso-presidente-bando-confederado-contrario-secesion-201611182039_noticia.html
El cuadro de mandos del bando confederado terminó por ser un mosaico de personajes excesivos y peculiares, entre ellos el fanático Thomas J. «Stonewall» Jackson o el barbudo J.E.B. Stuart. De ahí que fuera tan improbable que, en verdad, la mayor parte de las responsabilidades militares quedaran en manos de un hombre tan elegante y caval como Robert E. Lee; y que la presidencia del Estado sudista fuera ejercida por alguien personalmente contrario a la Secesión como Jefferson F. Davis.
Antes de la guerra, Jefferson F. Davis (Kentucky, 1808-1889) había sido un militar reciclado en político, es más, estaba graduado en West Point y aspiraba a seguir una carrera estrictamente militar. Nombrado teniente en el año 1828, sirvió en varios puestos fronterizos del Oeste durante siete años hasta que, por motivos de salud, tuvo que colgar el uniforme. En 1835, Davis contrajo matrimonio con la hija del general Zachary Taylor, futuro presidente de los Estados Unidos, tras lo cual se retiró a la plantación de algodón de su familia en Kentucky.
Jefferson Davis participó en varias campañas militares con el grado de coronel, distinguiéndose en las batallas de Monterrey y Buena Vista
Pasarían muchos años hasta que Jefferson Davis, como si fuera un viejo cazarecompensas del Oeste que abandona su feliz retiro, se incorporó al belicoso mundo de la política de la mano del presidente James Knox Polk. Como miembro de la Cámara de Representantes del país se distinguió como uno de los más notables defensores del sistema esclavista imperante en los estados sureños. Asimismo, en la Guerra Mexico-estadounidense (1846-1848), Jefferson Davis participó en varias campañas militares con el grado de coronel, distinguiéndose en las batallas de Monterrey y Buena Vista, en la que fue herido de gravedad.

Único presidente en la historia confederada

Su popularidad creció en esas fechas y le convirtió en el más visible defensor del sistema esclavista, la relajación del poder federal y la petición de menos control por parte del Gobierno central sobre los estados de la Unión. En suma, no era partidario de la separación efectiva de los estados esclavistas y agrícolas del sur, sino que tan solo defendía una mayor autonomía de gobierno.
Durante la presidencia de Franklin Pierce (1853-1857), Jefferson Davis ejerció como secretario de Guerra y en los siguientes años radicalizó su discurso, siendo designado en el Senado portavoz de los estados sudistas. Seguía mostrándose contrario a la guerra y a la secesión, pero eso no fue impedimento para que tras el estallido se incorporara al grupo de hombres que habían desafiado al presidente Lincoln, elegido para este cargo en 1860. A consecuencia de la insubordinación, siete estados algodoneros del Sur se separaron de la Unión en febrero de 1861: Carolina del SurMisisipiFloridaAlabamaGeorgiaLuisiana y Texas. Estos estados, a los que pronto se sumarían más territorios, se unieron formando los Estados Confederados de América, con Jefferson Davis como presidente, con una estructura gubernamental similar a la de la Unión y con su capital en Richmond (estado de Virginia).
Jefferson Davis se había ofrecido para ejercer como general en el nuevo ejército, aunque finalmente tuvo que aceptar el puesto de presidente. De este modo fue el artífice de levantar un ejército y un Estado desde cero, que él mismo equipó con su dinero y con los pocos ingresos que pudo obtener durante todo el conflicto. Su obsesiva vocación militar quedó patente cuando retuvo para sí las funciones de comandante en jefe e insistió en supervisar con celo todos los frentes abiertos. Esta terquedad le llevó a tomar malas decisiones estratégicas y a promocionar a generales amigos antes que a los de mayor antigüedad.
Jefferson Davis es juramentado como presidente de los estados confederados de América el 18 de febrero de 1861, en los pasos del capitolio del estado de Alabama.
Jefferson Davis es juramentado como presidente de los estados confederados de América el 18 de febrero de 1861, en los pasos del capitolio del estado de Alabama.- Wikimedia
Conforme avanzó el conflicto la estrella del general Robert E. Lee fue deslumbrando al gastado Jefferson Davis. La popularidad del presidente no soportó la sucesión de malas decisiones y el enfrentamiento constante con la poderosa oligarquía terrateniente, vanguardia de las doctrinas más radicales. A pesar de todo, Jefferson nunca se mostró débil ni dispuesto a rendirse, sino todo lo contrario, alentó hasta el final a sus tropas incluso cuando fue consciente de que la mayor disponibilidad de recursos y de apoyos exteriores del Norte condenaban a los confederados a la derrota.
El 2 de abril de 1865, su ejecutivo y él se vieron obligados a abandonar Richmond por la proximidad de las tropas de Ulysses S. Grant. El Gobierno se estableció en Danville durante las fechas finales del conflicto.
Davis expresó su pesar por la muerte de Lincoln, sin que aquello sirviera para acallar las acusaciones de que él había ordenado el magnicidio
Davis supo de la rendición del Estado sudista por una carta de Robert E. Lee. En una reunión pública en Shreveport, Luisiana, su gobierno planteó la posibilidad de seguir con la guerra. Y de hecho se desarrollaron planes para que el Gobierno huyera a La Habana, Cuba, y desde allí iniciaran el contraataque. Nada concreto. En los ecos finales de la guerra, sin embargo, lo que aconteció fue el asesinato de Lincoln a manos de un grupo de fanáticos.
Jefferson Davis expresó su pesar por la muerte de su rival, sin que aquello sirviera para acallar las acusaciones de que él había ordenado el magnicidio. La Unión le puso en la diana. A medida que la estructura militar confederada cayó en el caos, la búsqueda de Davis por las fuerzas de la Unión se intensificó y se elevó la recompensa por su cabeza, hasta 100.000 dólares por su captura.

Una figura restaurada en su prestigio

El presidente sudista se reunió por última vez con su gabinete confederado el 5 de mayo de 1865 en WashingtonGeorgia, y allí disolvió oficialmente el gobierno confederado. Finalmente, Davis y su esposa fueron capturados por fuerzas de la Unión el 10 de mayo en Irwinville, Georgia, en una escena que la prensa del Norte se encargó de exagerar hasta el ridículo. Según dijeron, el líder sudista se encontraba vestido con el abrigo de su esposa en un intento desesperado por escabullirse, lo que la prensa amarillista transformó pronto en «Davis se disfraza de mujer para escapar de los unionistas». Todo valía con tal de humillar al hombre que con tanta insistencia había alargado la guerra hasta límites suicidas.
Jefferson Davis fue recluido en la prisión de Fort Monroe (estado de Virginia), donde permaneció por espacio de dos años acusado de traición. En 1867, el único presidente confederado fue puesto en libertad provisional, luego de pagar una fuerte fianza de 10.000 dólares. Y en el año 1869, el Gobierno federal retiró la acusación sobre Jefferson en una muestra de que las heridas de la guerra debían cicatrizar cuanto antes.
Ilustración de Jefferson Davis en prisión
Ilustración de Jefferson Davis en prisión
Tras varios proyectos empresariales fallidos, Jefferson Davis se retiró sus últimos años a la localidad de Biloxi (estado de Mississippi), hasta su muerte en Nueva Orleans, en el año 1889. Los textos históricos escritos por Jefferson y sus viajes por la geografía sudista sirvieron para reconstruir su prestigio entre la población. En uno de sus discursos reconciliadores, Davis recordó que «ahora estamos Unidos, y si la Unión es quebrantada algún día, que sea el otro lado quien la rompa».
En este sentido, el expresidente defendió hasta su último aliento que la secesión confederada había sido constitucional y legal, y no un acto de traición como los libros de historia del Norte aseguraban.

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