Leopoldo II y su genocidio en El Congo

Leopoldo II y su genocidio en El Congo

Los indígenas picaron en el anzuelo y aceptaron de buen grado la presencia del hombre blanco que venía a ayudar, a “civilizar” a unas poblaciones en unas precarias condiciones.  De esta manera vio la luz la Asociación Internacional del Congo, organización que era una simple tapadera de las ambiciones del malvado rey belga.
Además de crear su propia empresa para la extracción del caucho y la explotación del marfil , concedía tierras a empresas privadas a cambio de un porcentaje sobre el beneficio que obtuviesen. Fue este el caso de la Compañia de Katanga o de la Unión Minera del Alto Katanga que a partir de 1905 comenzaron a extraer el mineral de cobre con la contrapartida del pago de jugosas comisiones a Leopoldo.
Todo se reducía a que los nativos consiguiesen obtener en un tiempo determinado la cuota de caucho que tenían asignada. La explotación del caucho, ligada a la pujante industria del automóvil y los neumáticos, además de otras riquezas naturales del corazón de África fueron la moneda de cambio mediante la que el rey de Bélgica consiguió amasar una inmensa fortuna. La administración colonial empleó sistemáticamente la violencia para obligar a trabajar a la población nativa aterrorizando a las poblaciones nativas.  El procedimiento habitual consistía en tomar rehenes, casi siempre mujeres y niños, que sólo podían ser rescatados mediante la entrega de determinadas cantidades de caucho. Los rehenes morían con frecuencia de inanición o a causa de los malos tratos recibidos.
Como castigo por no haber cumplido las expectativas en la recolección del caucho eran frecuentes los asesinatos masivos por parte de la Force Publique. Como prueba de que estos asesinatos se habían llevado a cabo, los soldados de la Force Publique amputaban una mano a los cadáveres. En otras ocasiones se les cortaba la cabeza, o, para demostrar que los asesinados eran varones, los genitales. 
Las manos eran ahumadas y entregadas a los jefes de puesto como prueba de que la Force Publique había hecho su trabajo.   Además de las matanzas, se empleaban asiduamente castigos físicos contra la población nativa. El instrumento de uso más extendido era la llamada chicotte, una especie de látigo que desgarraba las carnes del reo. Las primeras noticias de su uso se remontan a 1888.

 ¿Cómo es posible que nadie hiciese nada contra Leopoldo?

Uno de los primeros testimonios del  horror fue el del periodista británico Edmund D. Morel, antiguo agente de una compañía naviera de Caucho y conocedor de las rutas comerciales en el África negra. Morel obtuvo pruebas sobre los crímenes cometidos y las presentó a la opinión pública. Sin embargo no fue hasta 1903 cuando el parlamento británico se mostró crítico sobre la situación del Congo. Es entonces cuando encargó al diplomático Sir Roger Casement, cónsul inglés en el Congo, la investigación de las denuncias. El informe Casement, público al año siguiente, tuvo un impacto considerable a  nivel mundial.

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