RENACER CULTIRAL

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sábado, 10 de septiembre de 2016

El magisterio: otra dimensión de la poesía

El magisterio: otra dimensión de la poesía

Por CHIQUI VICIOSO 
10 septiembre, 2016http://hoy.com.do/el-magisterio-otra-dimension-de-la-poesia/

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Gabriela Mistral

Herederas de Martín Fierro y la emergencia de la multitud anónima latinoamericana como sujeto de las grandes trasformaciones. Y del pasado indígena de una América hasta entonces ignorada por una literatura empeñada en la imitación del enciclopedismo francés y la tradición española.
Herederas del Modernismo, renovación radical de los cánones literarios que por la década de 1880-90 experimentó la literatura hispanoamericana en las voces de José Martí, José Asunción Silva y sobretodo del inmenso Rubén Darío, pero que fue a la vez (en su primer momento) evasión de la realidad latinoamericana.
Herederas de Romanticismo y del Modernismo, pero como la mayoría de las mujeres de su época “grandes ausentes” (según Pedro Henríquez Ureña) de las dos últimas décadas del siglo, la uruguaya Juana de Ibarborou, la suizo argentina Alfonsina Storni, la chilena Gabriela Mistral y en nuestro Caribe, la puertorriqueña Julia de Burgos y Carmen Natalia, tuvieron en común no solo “el idilio de unas almas que no habiendo alcanzado la hermandad física crearon la otra” sino una especie de neo romanticismo “exaltado” (a decir de Pedro Henríquez) con el que combatieron una corriente, el Modernismo, demasiado impersonal para ellas”.
“Y cuando al fin se incorporaron a él, como grupo, lo hicieron como rebeldes. Todas lo fueron, cada una a su manera. No rechazaban abiertamente las restricciones tradicionales a la vida de la mujer en los países de cultura hispánica, se las saltaban, simplemente, cuando se ponían a escribir. Desnudaban su alma y hablaron francamente del amor y de pasión, de alegría cuando la disfrutaron, pero más a menudo de desilusión y de vida frustrada”.
Pedro Henríquez Ureña: Las Corrientes Literarias de la América Hispánica”, pág. 232-33. Cap. 8.
Estas cinco poetas, tres de las cuales llegaron a ser grandes amigas, dos de las cuales (Carmen Natalia y Julia de Burgos) apenas pudieron admirarlas desde el aislamiento proverbial de Las Antillas, compartieron además de la misma herencia literaria y cultural, de la misma ausencia, la misma rebeldía ante el impersonalismo del Modernismo, y la misma pasión por la sencillez, por lo espontáneo y lo vital, la vocación por la enseñanza.
GABRIELA MISTRAL
Como “un mujer de la provincia, casi del campo, que sabe lo que necesita la gente del campo, una gran maestra y una gran poetisa”, describió José Vasconcelos, por entonces Ministro de Educación de México, a Gabriela Mistral, al equipo que trabajaría con ella durante su estadía en ese país (1922-24) donde viajó para organizar las misiones rurales y bibliotecas populares y para hacer de todo un poco porque Gabriela… “sabía mucho y de muchas cosas y todo lo había aprendido por sí misma, sin escuelas ni maestras”.
Es interesante que Vasconcelos describiera a Gabriela como una gran maestra y luego como una gran poetisa. En ese orden. No sé si porque ya Gabriela cargaba consigo doce años de docencia, o porque él percibió en ella la intención didáctica, la ternura, la paciencia milenaria que definen a la buena maestra rural de sus poemas.
En México, escribe Gabriela en 1924, sus “Lecturas para Mujeres”, donde “desarrolla sus ideas acerca de la educación en general y acerca de la educación de la mujer en particular’, libro con que profundiza aún más su compromiso con un incipiente feminismo que fue parte esencial de su magisterio.
De ella dice Palma Guillén, su guía mexicana”:
“Iba por los pueblos. Adoraba la gente del campo y enseguida se entendía con ella. Hablaba con los maestros, los veía trabajar, hacía para ellos pláticas y conferencias sobre el sentido de la enseñanza. Sobre los fines que se perseguían en las nuevas escuelas, sobre el material escolar; sobre la enseñanza de geografía, historia, sobre los libros auxiliares, sobre los libros para las niñas y los jóvenes, sobre la cultura necesaria al maestro y a la mujer”.
ALFONSINA STORNI
Nacida en Suiza y a los cuatro años trasladada a la Argentina, Alfonsina Storni obtuvo su diploma de maestra rural (como Gabriela) en 1910. En Rosario publica sus primeros poemas e inicia su carrera docente. En 1917 (también como Gabriela), es nombrada directora del internado Marcos Paz, trabajo que abandona en 1919 para laborar en una escuela de niños especiales del Parque de Chacabuco.
Ya conocida por su poemario La Inquietud del Rosal, Alfonsina combina la docencia con recitales a entidades populares barriales, y en las bibliotecas del Partido Socialista. Colabora con varios periódicos y revistas con artículos tan reveladores de su militante feminismo como “A propósito de las Incapacidades Relativas de la Mujer”, y “Carta a una Pequeña Amiga”.
En 1920, publica Languidez (que se integra dentro del Pos-modernismo) y en 1921 ocupa la Cátedra para Niños en el Teatro Infantil de Labarden, para el cual (coincidencia con Juana de Ibarborou) escribe obras teatrales como Polifemia y La Cenicienta.
En Ocre, poemario que publica en 1927, Alfonsina se dirige a las mujeres, dando cuenta de la especial condición femenina en una sociedad donde impera el Patriarcado”. Actitud que vuelve y expresa en su obra de teatro “El Amo del Mundo”, donde dice:
“Por ser hombre se cree un poco amo del mundo. La mujer puede ser a su lado el capricho, la distracción y hasta la locura. Pero nunca otro ser de igual limpieza moral”.
Cuatro años más tarde (1931), publica tres obras de teatro infantiles, reunidas bajo el título “Dos farsas pirotécnicas”, antecesoras de otras que se publicaran póstumamente. En ellas, “la maestrita cordial” que describen sus amigos intelectuales, explaya la ternura que pudo conservar a pesar de la rudeza con que Buenos Aires maltrató a la frágil mujer que en ella sobreviviría, y su infinita sensibilidad poética.

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