RENACER CULTIRAL

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Solo la cultura salva los pueblos.

miércoles, 24 de agosto de 2016

EL ARTE TAINO

EL ARTE TAINO
Escrito por Darío Suro.
Fuente; Revista ¡Ahora! No.278 10-03-1969.  págs. 65/68, de la Revista “América”
El Arte Taino de las Grandes Antillas no fue el producto específico de  una civilización, sino parte de una cultura que presenta semejanzas con  todas las características de los arahuacos del litoral de Venezuela o las Guyanas. Pero, aun así,  hay diferencias en lo que llamar isleño, el acento inconfundible de las culturas de las islas.
Ese Arte Taino se llegó a ser tan colosal o al grado de superación propio de su mundo totalmente civilizado o desarrollado como el de las grandes civilizaciones continentales. Si Herbert Spinden ha llamado a los aztecas los romanos y a los mayas los  griegos del Nuevo Mundo, comparación  que, en general, resulta muy aproximada, ya se ha permitido llamar a los tainos de las Grandes Antillas los primitivos precolombinos del continente americano
Algunos investigadores han  ocupado el arte taino más bien en una forma arqueológica,  y aún así nos de modo más completo. Son muy poco lo que se han preocupado por los valores  estéticos y los problemas formales que presenta a todas luces el arte taino precolombino. Los que hoy sabemos de la historia cultural y de la etnografía del indio taino de las Antillas Mayores se basa en las investigaciones de arqueólogos norteamericanos (Fewkes y Harrington), pero sobre todo en los profundos estudios del investigación sueco Sven Levé






Conforme a los  estudios de los arqueólogos, dice Walter Krickeberg que  “los  habitantes más antiguos de las Antillas no eran inmigrantes más antiguos de la Antillas no eran  inmigrantes sudamericanos, sino  norteamericanos, de lo que, en la época del Descubrimiento, existía todavía un resto, los guanahatabey, en el  extremo occidental del Cuba. Las  Casas los llamaba ciboney, Tal vez erróneamente, porque la palabra corresponde   originalmente  a los habitantes del Cibao, región formada por espléndidos valles y altas montañas y conocida por ese nombre como  el centro  de la República Dominicana
También señala Krickeberg que las últimas investigaciones han mostrado que en la época del Descubrimiento, esa población primitiva, la de los pobladores norteamericanos que vinieron desde la Florida, había sido desalojada, desde hacía mucho tiempo,  por los tainos, palabra que quiere decir noble o bueno. Estos, que eran un grupo arawak (arahuae), tenían  ocupadas todas las Antillas Mayores y las islas Bahamas, donde se le llamaba lacayos es decir  ´pueblo isleño”
Del legado mágico  escultórico taino hay en la República Dominicana una cantidad valiosa de obras relacionadas con las prácticas mágicas y la farmacopea; amuletos en piedra y hueso, espátulas rituales  y vómicas y majaderos. Esta material es  por cierto muy poco conocido en las esferas artísticas internacionales y en la monografías  que se han publicados sobre el arte precolombino americano.
Las formas taina, aún en sentido más diminutos; (los amuletos) cobra una forma de expresión  sobria y personal por medio de la síntesis de los  símbolo, comparable con la forma más pura de cualquier objeto orfébrico de las culturas más avanzadas. La escritura taina presenta  características  artísticas  muy  definidas. Su  concepción formal es completamente distinta a la de otras culturas indígenas continentales. Más en el caso de los amuletos, donde se forma está lograda con una quintaesencia de la síntesis. Hay, en  ellos,  por parte, un sentido de  elaboración  muy diferente de la mejor orfebrería  indígena mexicana o del  de las otras culturas continentales
No fue escultor de grandes dimensiones  el artista taino. Sus  esculturas, en este caso  sus amuletos  o majaderos, la hizo en tono mejor. Siempre  redujo su obra sin el acabado de una miniatura,  pero con proporciones de monumentalidad. En  una pulgada de tamaño, el sentido cósmico, grandioso, de esa dramática cara, es evidente  los valores formales son  visibles aún en su pequeñez casi microscópica, “cuando los comparamos con las proporciones de la coatlicueazteca  o con los colosos  egipcios o con las de una estela monumental de la civilización maya. El  artista taino trabajo lo pequeño, pero no fue preciosista. La minucia no le interesó. Sabía muy bien que el tamaño nada tiene que ver con los valores esenciales de una obra de arte.
 
La escultura, en  todas sus manifestaciones, no tuvo secreto para el artista taino. Obsérvese la seguridad con  que  esculpe el hueso. Cuándo dinamismo, cuánta vida contiene ese pelícano resuelto en dos dimensiones, con una sorprendente técnica – amén de su valor artístico-  de esos amuletos de la Colección   Boyre. ¿No es una espléndida correlación de la que existe entre las  incisiones, la forma y el contenido?
Que hubo un arte popular taino es  indudable. Hay  majaderos de morteros  completamente  burdos para fines de utilidad casera.  Lo mismo sucede con la cerámica. Hay obras toscas de alfarería, para el uso  casero, y  otras con  caracteres mágicos muy acusados
Es curioso observar dos sentidos escultóricos en los amuletos tainos, el uno completamente plano, de dos dimensiones, donde el dibujante- el escriba-  por  medio de  incisiones, resuelve su simbología geométrica y algunas veces sus antojos lineales, y  el otro corpóreo, usado  las tres dimensiones al hacer miniaturas escultóricas de bulto. En las  espátulas rituales la mayoría de ellas vómicas, acontece lo mismo. Las  espátulas zoomorfas están logradas a base de dos dimensiones, usando notoriamente la técnica incisiva en las  de sentido plano, mientras que en las espátulas antropomorfas se prefiere lo corpóreo, la escultura de bulto, y la  ornamentación  lineal está tratada en forma antojadiza. Muy raras veces se unen  uno y otro sentido, como  en los amuletos.
Hay una  concepción  pura en los amuletos  tainos. En  ellos no  aparece la mezcla. Recordamos que casi siempre la mentalidad indígena americana  mezclaba  ideas  lógicas y no  lógicas. En ninguno de los amuletos mostrados se encontrará la mezcla de la bestia y el hombre, como sucede como el majador ritual. El motivo, ya  sea zoomorfo o antropomorfo, es usado en su estado puro.  Sin embargo,  repiten hasta lo incalculable  la posición en  cuclillas, o acurrucada. No olvidemos que los tainos enterraban a sus muertos en esa  posición, lo que nos hace  figurar que estos  amuletos representaban el espíritu del muerto mezclado con su imaginación  totémica. Obsérvese que todos los amuletos antropomorfos conservan esa  actitud que es  la del orante de todas las religiones del mundo. Esto viene  a confirmar, en efecto que todo el arte taino estuvo movido por  ideas religiosas y mágicas, con una propensión muy marcada a acentuar las estímulos  sexuales en  una forma casi siempre simbólica.
Es importante recordar que en esta confabulación de un mundo mágico, cuando “los tainos querían entrar en contacto con el mundo de los espíritus, estaban en sus bandejas rapé y lo aspiraban  por medio de un tubo para transportarse a  un estado visionario”.  Según ha podido señalar en  toda  autoridad  Kriekeberg. Originalmente  este  acto era privilegio del sacerdote o brujo que ellos llamaban paiy o boyé, quien también se  encargaba de los sacrificios ante  los cemís o ídolos totémicos, ya   fueran hechos de madera o piedra. Al instrumental de cada  paiy pertenecían pequeños cemí, que  le servían  de amuletos o talismanes permanentes.
Según la creencia de los indios precolombinos antillanos--- como señala Kriekeberg. “ los difuntos vivían en un mundo  terrestre de los muertos, porque  no  existía ningún inframundo, a pasar de que los  tainos no conocían el mito de la salida de los primeros hombres ( y del sol) de las cuevas,  razón por  la cual  gustaban instalar en sus cuevas o bohíos sus ídolos y  objetos rituales”. Es raro que  el ave totémico de  los  tainos,  el  búho, tan simbólicamente presentado en las piezas de cerámica escultórica no aparezca en los amuletos, los cuales tienden más bien a un naturalismo estilizado simbólicamente  en la representación de sus motivos, dándole preponderancia a la figura humana y a las aves no totémicas.
Es fácil observar que  en su mundo mágico el escultor taino fue un esclavo de la religión o del encantamiento que  practicaba. La libertad expresiva “naturalista” de las culturas mexicana  o  peruana, como la tarasca o colimense, 
Hay  en la forma taina, en su más ligera manifestación, una expresión solemne y dramática. El escultor taino no conoció lo sensual, pero si lo sexual. Su forma escultórica excluye lo placentero. Su arte estuvo al servicio de la religión, del  Estado o de la magia. El sacerdote, el cacique o el mago tenían  la palabra. Fueron  los directores de ese mundo mágico sencillo y complejo al mismo tiempo,  que hacía pensar en un ser supremo con sede en el cielo, cuya conducta frente  a los seres humanos es diferente; motivo por el cual, las plegarias de los  hombres no pueden alcanzarle, al decir de Krickeberg. El hombre de ese ser supremo era  Yocahu,  nombre que puede relacionarse tal  vez con “yuca”, la palabra taina para mandioca, según este mismo autor.
Para  la realización de sus  distintos amuletos y espátulas, el artista taino escogía el material que le proporcionaba  el medio. Están hechos preferentemente en concha, hueso, y piedra. Salta a la vista también para qué se destinaban: unos para uso popular, u otros para uso ritual o ceremonial y para las prácticas médicas del hechicero.
Se dirá que no hay alternativa en el lenguaje formal de la cultura taina. Se puede seguir su itinerario sin riego de perderse, como sucede en las esculturas precolombinas mexicanas. Hay variantes en la  plástica taína, pero  de acuerdo con sus usos y sus épocas.  En la cerámica puede observarse  una alfarería burda. Para el uso casero, y otra consiente de la línea y  del ornamento geométrico en un súmmum de estilización. Empero, los amuletos y espátulas rituales, cada cual con su carácter- son obras de una misma cultura, producto de  un mismo nivel cultural. Una unidad formal los delta.  En los majaderos se encuentra también  lo apuntado para  la cerámica. Hay distintas etapas en su confección, y  en  su uso, distintas  jerarquías expresivas.
Unos son tratados con muchos esmeros, y en otros hace  su aparición  la supremacía de un arte expresionista. El realismo expresionista visible en esta maravillosa pieza concebida en grandes proporciones o, más bien, en proporciones arquitectónica, es magistral. Este  mismo sentido colosal, acompañado de una  suprema sintieses y unas  estilización grandiosa, en unión de una fina perfección.
Es verdad que toda cultura tiene o asimila algo de otra anterior,  y que  la cultura vencedora toma siempre elementos prestados de la que precede, fenómeno conocido en el movimiento cultural de las pequeñas y grandes civilizaciones; siempre ha  habido una forma de proyección cultural entre una  y otra cultura. Es verdad también que ciertos elementos formales predominan, así como cierta simbología religiosa y mágica, los cuales se desarrollan  y se tonifican, al mismo tiempo con la que tuvieron  las culturas  anteriores.
Y que los residuos culturales de los pueblos son indestructibles, ya que las ondas de  toda verdadera cultura nunca mueren, porque no hay cultura muerta sino vivas.
 
Finalmente, sin alejarnos de las piezas del mundo mágico taino, hay algo que  no podemos vislumbrar en la forma taina, algo tan extraño y opuesto al arte azteca, maya,  zapoteca, inca,  colimense, por  lo mucho que tiene de geométrico y por lo mucho que tiene de real. Empero, dentro de esa extrañeza o dentro de esa abstracción  hay algo muy particular.
 La cultura de las islas. Compárense  algunos objetos tainos con las piezas escultóricas de las islas oceánicas y del sur   del pacifico, principalmente las culturas realizadas en madera, los banquillos, llamados  dúhos y muchos amuletos, se encuentran expresiones  formales y técnicas  muy similares. En verdad todas las islas tienen algo de  común  en el terreno artístico.
Existe un sabor marino en la cultura taina que nada  tiene que ver con el sentido que pueda tener el arte de las culturas de las civilizaciones continentales precolombinas del Norte, Centro y  Sudamérica

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