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miércoles, 17 de febrero de 2016

1502: Cristobal Colón en Nicaragua

1502: Cristobal Colón en Nicaragua

Posted On 14 oct 2014
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http://estrelladenicaragua.net/?p=5679 / tomado de esta fuente.

MES DE LA HISPANIDAD
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Si Cristóbal Colón hubiese recorrido las costas de Brasil, Argentina, México o aún Guatemala, esos países celebrarían que el Gran Almirante que abrió el Continente Americano a Europa les hubiese visitado personalmente. Pero en Nicaragua, donde se dice que el corcho se hunde y el plomo flota, esa visita pasa inadvertida e ignorada.
La primera de dos veces que Colón estuvo en la tierra firme continental américana, recorrió parte de la costa caribe de Honduras, toda la de Nicaragua, toda la de Costa Rica y parte la de Panamá. En Nicaragua Colón bautizó varios puntos geográficos, de los cuales perdura Cabo Gracias a Dios. Esta es la historia del Cuarto Viaje de Colón a América y su visita a Nicaragua:
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1502: Cuarto Viaje de Colón:
Todavía en Mayo de 1502, cuando tanto Cristóbal Colón como Albérico Vespucci han realizado cada uno 3 viajes al Nuevo Continente, el nombre América no se menciona por ningún; pero ha sido notorio que en esos viajes, Albericus Vespucci ya navegó frente a Nicaragua en 1497, lo mismo que Giovanni Caboto (bajo el nombre de John Cabot por navegar para la corona británica).
Albericus Vespucius Laurentio fue su verdadero nombre, tal como el mismo lo escribió en su libro «Mundus Novus». El nombre de «Americo», lo inventaron los alemanes de Saint die des Vosgues.
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Cristóbal Colón es el último en navegar frente a Nicaragua, y esto lo hizo en su Cuarto Viaje.

El 11 de Mayo de 1502, cuando la expedición de Vespucci, de la Cosa y Ojeda aún está en Brasil, Cristóbal Colón inicia su Cuarto y último viaje al Nuevo Mundo.
Fernando e Isabel, los Reyes Católicos decidieron dar a Colón una cuarta oportunidad de llegar a las Indias, alarmados porque el portugués Vasco de Gama había doblado el cabo de Buena Esperanza, descubriendo la ruta marítima a las Indias.
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Lo más grave para España fue que la ruta de Vasco de Gama quedaba al Este de la línea fijada por el Papa Alejandro VI, y por ello España queda fuera de todo derecho para esa ruta.
Los Reyes Católicos no tuvieron otra esperanza que insistir en el proyecto de Colón, quien les ha asegurado que conoce un estrecho al Oeste del golfo de Paria, que es el paso para el Océano Indico.
La última expedición de Colón salió del puerto de Cádiz y la conformaban cuatro carabelas de tonelaje medio: La Capitana, La Gallega, Santiago de Palos y La Vizcaína. La ripulación total es de solamente 150 hombres.
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Fue una expedición muy pobre y vigilada de cerca por un funcionario de los reyes encargado de registrar y reportar todos los incidentes del viaje, y de manera especial la conducta de Cristóbal Colón, quien ya no era un personaje confiable para la corona.
El viaje fue autorizado no como una inspección o recorrido del Almirante por las tierras descubiertas en sus viajes anteriores, sino como una misión de estudio.
La ruta del Cuarto Viaje es semejante a las anteriores: de Cádiz a las Islas Canarias, después hacia Occidente en busca del nuevo Continente. Aunque Colón tiene prohibido desembarcar en La Hispaniola, después de pasar por la Isla Martinica, decide dirigirse a la isla prohibida a pedir ayuda al Gobernador Nicolás de Ovando para reparar sus barcos. El Gobernador le niega el permiso de desembarcar en La Española (Quisqueya) y le dá un rotundo no a la solicitud de ayuda.
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Colón, humillado una vez más, se dirige a Cuba, pero no desembarca sino que bordea la isla y enrumba hacia Occidente donde se encuentra y descubre la isla Guanaja, frente a las costas continentales de Honduras. En este rodeo a Cuba, Colón obligatoria e inevitablemente, tenía que comprobar que Cuba no era una penísula de Asia, como tantas veces había asegurado, sino una desconocida isla.

Colón captura una interesante nave indígena
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Muy poco se menciona en la historia del Cuarto Viaje de Colón al nuevo Continente, el encuentro y captura de una rica nave indígena en las costas hondureñas.
Don Cristóbal no menciona este episodio en su informe a los Reyes Católicos y –como veremos más adelante–, tampoco menciona ni una sola palabra de su recorrido de once (11) días por las costas de Nicaragua ni los detalles que vivió y padeció en esas dos semanas.
Pero don Cristóbal lleva a bordo de sus carabelas, a su hermano Bartolomé, experto cartógrafo que va levantando un boceto de mapa del viaje, y también a su hijo Hernando (o Fernando) Colón de solamente 13 años, que 30 años más tarde escribió la biografía de su ilustre padre y narra con vívido relato el encuentro y la captura de la nave indígena, que sin duda tuvo una gran importancia para el Almirante.
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Se trataba de una enorme canoa o pipante de más de veinte metros de largo y dos y medio de ancho, impulsada por 25 remadores, con una cabina central para pasajeros y carga, en la que viajaba un rico comerciante presumiblemente de Yucatán, que venía del Sur, es decir de Nicaragua, y viajaba hacia el Norte, o sea a Yucatán.
El encuentro y captura de esta nave precolombina la narra Hernando Colón, hijo de Cristóbal Colón, en la biografía de su padre, con estas palabras textuales:

«Estando el Adelantado en aquella isla (Guanaja), quiso su buena suerte que llegase entonces una canoa tan larga como una galera, de ocho pies de anchura, toda de un solo tronco, la cual venía cargada de mercancías de las partes occidenales (del lado de Nicaragua) hacia la Nueva España (en 1502 no se conocía con ese nombre, que se le dió después a México, pero cuando Hernando o Fernando escribió en 1532, ese era el nombre de lo que hoy es México). La gran canoa tenía en el medio un toldo hecho de hojas de palma, no distinto del que llevan las góndolas de Venecia. Bajo aquel toldo estaban los niños, las mujeres, y todos los bagajes y mercancías».
«Los hombres que llevaban la canoa, aunque eran veinticinco, no tuvieron ánimo de defenderse contra los bateles que les persiguieron. Tomada, pues, la canoa por los nuestros, fue llevada a los navíos donde el Almirante, que mandó que se sacase de la canoa lo que le pareció ser de mayor vista y precio».
Con toda sencillez e ingenuidad, Hernando Colón relata un acto de piratería cometido por su padre y el registro y saqueo, un robo mondo y lirondo, en busca de oro y perlas. Entre los artículos de la canoa encontró hachuelas de buen cobre y crisoles para fundir metales.
No debemos olvidar que Colón navegaba con los mapas de Giovanni Caboto (o John Cabot) que Juan Díaz (o John Day) le entregó cinco años antes, y que en ese mapa aparece un punto llamado Amérisco o América ubicado en delta del Río San Juan de Nicaragua, cerca de San Juan del Norte, río y puerto en el que los ingleses demostraron un enorme interés, hasta el punto de ocupar militarmente toda la Costa Caribe de Nicaragua por más de dos siglos, pero su interés en la Costa de los Mosquitos, data desde la expedición de Caboto en 1497, cinco años antes que Cristóbal Colón recorriera las costas nicaragüenses.
Tanto para Colón, como para Caboto, los ingleses, los españoles, los portugueses, holandeses, italianos, como para Vespucci, el interés principal era la obtención de riquezas en abundancia a bajo costo, especialmente oro. Para el bajo costo se disfrazaba la codicia con el manto piadoso de la propagación de la fe religiosa, en un malabarismo de palabras y acciones que pretextaban «la conquista y salvación de almas para el cristianismo», mediante la brutal práctica de la esclavitud impuesta por la fuerza de las armas técnicamente superiores: acero, caballos, pólvora, mosquetes, cañones, hipocresía y engaño, poderosas armas.
Aborígenes inocentes, ingenuos, sin sentido de la propiedad de la tierra, con un alto concepto practicante del honor y la moral, monarcas, principes y plebeyos, todos amantes de su libertad y armonía con la naturaleza. Todos practicantes de religiones semejantes al cristianismo, al islam o al budismo, fueron domeñados y convertidos de por vida a la esclavitud más inhunama, con el pretexto de ser «liberados de la idolatría y el paganismo» y como pago por el «privilegio del bautismo y la catequesis», y –nominalmente– eran «convertidos al cristianismo», mientras sus plurales dioses aborígenes de piel bronceada, fueron sustituidos por nuevos ídolos de madera y yeso de santos, santas y vírgenes extranjeros de piel blanca, que el «indio» aceptó para evitar torturas y muerte como «castigo a la herejía» y otros pecados contra la nueva religión impuesta a sangre y fuego.
Una religión que les robó la tierra, la libertad y los derechos humanos, hasta el punto de hacer desaparecer la raza autóctona, para dar espacio a la creación biológica y cultural de una nueva raza como resultante de la cruel e implacable catequesis cristiana y la violación sexual.
Pero la principal motivación de descubridores y conquistadores, no fueron los placeres de la carne, que los hubo intensamente, hasta dar origen a una nueva raza; sino la obtención de oro, trabajo esclavo y otras riquezas, todo arrebatado gratuitamente.
Para explorar los mares y costas del nuevo Continente, Colón ya traía consigo no solamente el mapa de Giovanni Caboto, sino también el otro, el primer mapamundi de Juan de la Cosa publicado dos años antes –en el 1500–, donde aparecen las costas del Norte, centro y Sur del nuevo Continente, y por consiguiente la costa Caribe de Nicaragua.
De manera que el encuentro, persecución y captura de la nave indígena no es un hecho de menor cuantía. Cristóbal Colón necesitaba información valiosa de las fuentes de oro y perlas, y los navegantes indígenas tenían tal información.
Para confirmar esto, no solamente Hernando Colón relató el episodio del asalto a la nave aborígen, sino también narradores históricos de gran calibre como Pedro Mártir de Anglería, quien señala que no fue una sino «dos enormes canoas encontró Colón en su ruta».
Un testimonio sumamente importante es el que por su parte hace Diego de Porras, delegado o espía de los Reyes Católicos en la expedición del Cuarto Viaje de Colón a «las Indias Occidentales». Porras dice en su relato: «…cada vez que Colón desembarcaba en islas nuevas, como Guanaja o en tierras nuevas como Cabo Caxinas (Honduras), mostraba a los indios pepitas de oro y perlas, preguntándole a los nativos si sabían dónde obtener esos objetos».
Es por tanto muy lógico que la misma pregunta se las hiciera Colón a los mercaderes de las grandes canoas, que eran navegantes y comerciantes de una cultura aborígen evolucionada. Y no debe extrañarnos que la respuesta que los navegantes que recorrían las costas hondureñas procedentes de Nicaragua le daban a Colón haya sido que esas pepitas de oro se encontraban en los ríos y montañas de Amerrisque, Amirik o Amérisco, más al Sur.
Los mismos conquistadores hicieron la falsa fama de que los aborígenes del nuevo mundo no concedían ningún valor al oro, lo cual es desmentido por los hechos. Los nativos americanos además de apreciar el valor del oro, ya conocían y utilizaban la tecnología de extraer y procesar ese metal, que utilizaban para fabricar adornos, o sea joyería, como se ha comprobado en las culturas azteca e inca.
También es cierto que los primitivos mesoamericanos apreciaban aún más el jade, onix y el cobre que el oro que codiciaban los conquistadores.
Las pepitas de oro que buscaba Colón con tanto afán, desde hacía siglos bajaban por los ríos chontaleños de las montañas auríferas de Amerrisque o Amerisque o Amerrique; y aún en el presente –2014–, los llamados «güiriseros» continúan lavando oro en los ríos chontaleños con el mismo propósito: obtener pepitas de oro como las que buscaba Colón, es muy probable que los aborígenes preguntados por el Almirante sobre las pepitas de oro, la respuesta fuese: Amerrisque, y la dirección «más al Sur se entra por un gran río a una gran laguna hasta las montañas de las pepitas de oro en Amerrisque».
Ese nombre, nuevo y sonoro: Amerrisque, bien pudo convertirse en sinónimo de oro en el cerebro del Almirante de la Mar Océana y de los otros descubridores y conquistadores. Un nombre en clave para significar oro.
Como veremos más adelante, Colón se interesó en grandes ríos y montañas en Nicaragua, pero la entrada o desembocadura del Río San Juan de Nicaragua, no es visible desde el mar…
Nunca sabremos todo lo que los habitantes aborígenes le informaron a Colón. Sin duda que los comerciantes indígenas de la gran canoa le informaron acerca de las riquezas y desarrollo del imperio en Yucatán.

Y no obstante esto y que la nave india va en dirección al Norte, donde más tarde se denominará Nueva España, Colón decide navegar en dirección contraria. ¿Por qué? ¿qué le informaron los indígenas? ¿le hablaron del Cocibolca? ¿de Amerrisque? ¿del otro Océano? ¿De la abundancia de oro en Amerrisque?
Nunca lo sabremos porque no quedó transcripción ni reportes de esos interrogatorios.
Lo que quedó totalmente comprobado es que Colón se empeñó en capturar la nave indígena, interrogar a los tripulantes y en navegar en dirección contraria a las canoas, y se fue rumbo a Nicaragua o al punto que Caboto había marcado en el mapa como Amérisco o Round Hill cinco años antes.
Continuemos con el testimonio escrito de Hernando (o Fernando) Colón, escrito en la biografía de su padre:
«Aunque el Almirante, por aquella canoa se diese cuenta de las grandes riquezas, policía e industria que había en las partes Occidentales de la Nueva España, pareciéndole que por estar aquellos países a sotavento, podría navegar a ellos desde Cuba cuando le fuese conveniente…»
Hernando menciona «policía», es decir ciudades y urbes, agrega que son de gran riqueza e industria; pero don Cristóbal no se dirige a ellas sino en sentido contrario. Y agrega el biógrafo hijo de Colón: «…no quiso ir a ellos; y siguió su intento de descubrir el estrecho de la tierra firme para abrir la navegación del Sur, de lo que tenía necesidad para descubrir las tierras de la Especiería…»
Por muy Cristóbal Colón que haya sido, esto suena ilógico, porque si ya tiene información de las grandes ciudades que él ha divulgado se trata de las ciudades y palacios de Kublai Kan, con tejas de oro, en vez de ello se dirige al revés, contradiciendo todo lo que había publicitado que buscaba.
No solamente es ilógico sino que resulta absurdo… a menos que don Cristóbal buscase algo muy específico de lo que tuviese previa información concreta.
Esa alegada información se materializa con la pluralidad de reportes, mapas, cartas y crónicas de las expediciones a Nicaragua de Giovanni Caboto en 1497 reportadas a Colón por John Day (Juan Díaz de Solís). Las cartas de Albérico Vespucci relatando la expedición que en compañía de Juan Díaz de Solís (¿John Day?) y Vicente Yáñez Pinzón exploraron las costas nicaragüenses también en 1497 y el mapamundi de Juan de la Cosa, cartógrafo de Vespucci publicado en 1500 donde aparecen las costas centroamericanas.
No es descabellado especular que además de la información pública, también entre los tres italianos: Vespucci, Caboto y Colombo existiese una logia de información secreta, porque resulta evidente cinco siglos después, que todas las expediciones de estos hijos de Italia se complementaron admirablemente, y casi siempre a espaldas de los monarcas ingleses, portugueses y españoles que pagaban tales costosas expediciones.
Es conocida la historia de la navegación de las cuatro carabelas de don Cristóbal bajo la violentas tempestades que le acometieron en las costas hondureñas y el alivio al doblar el gran cabo nicaragüense que le trajo paz y tranquilidad.
El interés de Colón por localizar la entrada de un río caudaloso, como mencionamos previamente, y el punto denominado Amérisco o Round Hill, se manifiesta en el relato de su hijo Hernando Colón que continúa diciéndonos:
«Después del 14 de Septiembre (el Almirante dice domingo 12 de Septiembre) llegamos a dicho cabo, viendo que la tierra daba vuelta hacia Mediodía, y que con los vientos de levantes que allí reinaban y que nos habían sido tan contrarios, podíamos continuar nuestro viaje».
«Todos en general dimos gracias a Dios. En memoria de esto el Almirante le dió el nombre de Cabo Gracias a Dios. Poco más allá pasamos por unos bajos peligrosos que salían del mar por cuanto podía alcanzar la vista».
«Como teníamos necesidad de tomar agua y leña, el sábado 16 de Septiembre, envió el Almirante dos bateles a un río que parecía profundo y de buena entrada; pero no fue tal para la salida, porque habiéndose enfurecido los vientos del mar, y estando ésta muy gruesa, rompiendo contra la corriente de la boca, embistió a las barcas con tanta violencia que zozobró una y pereció toda la gente que en ella iba, por lo que el Almirante le llamó Río del Desastre».
De acuerdo con los minuciosos estudios del Dr. Jaime Incer Barquero, el bautizado por Colón como Río del Desastre, corresponde al actual Río Escondido y la fecha correcta del naufragio del batel fue el sábado 17 de Septiembre de 1502.
La verdad es que Colón podía aprovisionar sus cuatro carabelas de leña y agua después de doblar el Cabo Gracias a Dios, lugar donde desemboca el caudaloso Río Coco, Wanky o Segovia; y no esperar una semana después, a menos que buscara otra cosa, además de leña y agua. Se aprecia un afán de Colón por localizar un gran río.
Colón no dejó rincón sin explorar de la Costa Caribe de Nicaragua, incluyendo las Islas del Maíz o Corn Islands, que don Cristóbal bautizó con el nombre de Islas Limonares, porque el aire le supo con aroma de cítricos.
No cabe duda que el Almirante y su flota pasaron navegando frente a Amérisco o Round Hill, la colina que debía estar cerca de la desembocadura de un gran río; pero el enorme Río San Juan de Nicaragua, no es visible desde el mar por el extenso delta en que se abre ocultando el caudal del río en numerosas barreras costeras y canales intercostales donde desagua sin ninguna fuerza, porque el San Juan no baja con fuerza de las montañas, sino plácidamente desde el Lago Cocibolca.
Así que las riquezas de Amerrisque, estuvieron ocultas a Caboto y Vespucci en 1497, y a Colón en 1502; pero de alguna manera la información llegó a conocimiento de Gil González Dávila después que Vasco Núñez de Balboa descubrió el Mar del Sur (Océano Pacífico) años más tarde, el 25 de Septiembre de 1513.

En 1523 Gil González entró a Nicaragua por el Golfo de Nicoya en el Mar del Sur, conversó con el Cacique Nicaragua, descubrió el gran Lago Cocibolca, y obtuvo oro en mucha mayor cantidad en su única incursión a Nicaragua, de lo que Colón y otros conquistadores lograron reunir en todos sus viajes al nuevo Continente, aunque se trataba de oro de baja calidad, debido, al parecer, por su excesiva mezcla de bronce.
Pero volvamos al paso de Colón por Round Hill o Amérisco, que es un cerro de 600 pies de altura que sobresale en la región, visible en varias fotos.
Sin duda que Cristóbal Colón tenía planes de continuar sus expediciones exploratorias, recuérdense las palabras de su hijo Hernando:
«…no obstante, pareciéndole que por estar aquellos países a sotavento, podría navegar a ellos desde Cuba cuando le fuese conveniente…»
Otro misterio de don Cristóbal, es el total silencio de su exploración y experiencias en Nicaragua, que nunca informó a los Reyes Católicos. En el reporte de su Cuarto Viaje, Colón hace un sorprendente e injustificable salto, omisión y silencio en su informe, creando un vacío entre su llegada al Cabo Gracias a Dios el domingo 12 de Septiembre de 1502 y su arribo a Cariay (en la actual Costa Rica) el 23 de Septiembre de 1502.
Un silencio de once días. Se ha justificado esto diciendo que Colón ocultó esos detalles por si la carta dirigida a los Reyes Católicos caía en manos inconvenientes; pero este argumento se cae por sí solo, porque es el hecho que tal silencio preventivo se limita única y exclusivamente a sus peripecias en Nicaragua y, por el contrario, en fuerte contraste, sobreabunda en detalles y minucias en todo su recorrido, antes de navegar frente a Nicaragua y después de ello.
El resto del Cuarto Viaje de Colón es el recorrido de la costa al Sur de Nicaragua, territorio que hoy pertenece a Costa Rica. Llega hasta el Golfo de Darién, actual Panamá.
Después de navegar la mitad de las costas de Honduras, toda la costa de Nicaragua y Costa Rica, y parte de Panamá, una ruta que suma más de mil kilómetros, don Cristóbal sigue insistiendo ante los demás que se encuentra en las proximidades de Málaca, Asia, cuando para todos los demás no cabe duda que se trata de un Nuevo Continente.
La evidencia histórica y documental de que Colón sabía que se trataba de un Mundo Nuevo, quedó perpetuada en el boceto de mapa que su hermano Bartolomé Colón fue dibujando de todas las tierras descubiertas en el Cuarto Viaje, donde de su puño y letra tituló «Mondo Novo», el mismo nombre que utilizó Albérico Vespucci, para denominar al nuevo continente y titular su libro; aunque en otra parte del mismo mapa le denomina «Asia», como para crear una confusión, porque ya era muy sabido y conocido que «Asia» no era ningún «Mondo Novo».
Así como don Cristóbal oculta a los Reyes su navegación por Nicaragua, igualmente Colón oculta y calla sobre el encuentro con la canoa mercante y su captura donde obtuvo la primera información de la existencia e importancia del imperio mexicano; y también oculta el boceto del mapa levantado por su hermano Bartolomé. .
Esta actitud del Almirante escondió una intención trascendental, porque la llamada «Lettera Rarísima» fue titulada así por los investigadores de la posteridad, precisamente por los ocultamientos que hizo don Cristóbal.
Así como el Almirante de la Mar Océana oculta a los Reyes esa parte importante de su expedición, de la misma forma y absurdamente abunda en detalles irrelevantes en su relato a los Reyes Católicos -por ejemplo–, de la lucha de un mono araña herido de un flechazo, contra dos puercos y un perro.
Estas son las palabras de Colón:
«Animalías menudas y grandes hay hartas y muy diversas de las nuestras. Dos puercos hube yo en presente, y un perro de Irlanda no osaba esperarlos. Un ballestero había herido una animalía, que se parece á gato paul, salvo que es mucho más grande, y el rostro de hombre: teníale atravesado con una saeta desde los pechos á la cola, y porque era feroz le hubo de cortar un brazo y una pierna: el puerco en viéndole se le encrespó y se fue huyendo…»
Después de leer este relato veleidoso e intrascendente, pero minucioso y detallado sobre animales del nuevo mundo, resulta sospechoso su silencio sobre el encuentro, persecución, captura, interrogatorio e informes obtenidos de las grandes canoas de comerciantes aborígenes frente a las costas de Honduras. Callar y ocultar el naufragio de la lancha a vela donde murieron dos de sus hombres y además ocultar el descubrimiento de las dos islas Limonares, que si bien todo ello no parece de importancia, la tiene mucho más que la pelea de un mono con dos chanchos y un perro.
Lo que realmente parece indicar ese silencio y ocultamiento, es alejar toda atención sobre la zona de Nicaragua. Colón tampoco menciona en su informe a los Reyes, sobre los dos mapas que le guían (el de Caboto que le dió John Day y el mapamundi de Juan de la Cosa).
Con el mismo entusiasmo conque describió la caza del mono araña y el pleito con los puercos, abundó en sus relatos y detalles sobre Cariay (hoy Costa Rica) y Veragua (hoy Panamá), exagerando las riquezas auríferas de Veragua, que realmente y en honor a la verdad histórica, nunca existieron antes ni después.
En cambio Nicaragua es todavía en el presente abundante en fuentes de oro y -aunque muy pocas personas lo saben– al inicio del tercer milenio existen en Nicaragua cerca de trescientas (300) minas de oro. Después de la Segunda Guerra Mundial, Nicaragua fue calificada como la séptima más importante productora de oro del planeta.
Por ello no es contrario a la razón que desde los primeros descubridores y conquistadores, el nombre o la palabra Amerrisque, Amirik, Amérisco o América, haya representado lo que más buscaban los europeos en el Nuevo Mundo: oro. En lengua de los Sumos, Amirik significa lavar oro, que es lo que hacen los güiriseros en los ríos que bajan de la cordillera de amerrisque
Oro era igual a Amerrisque y esto es igual a Nicaragua.

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